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A la espera de ver qué explicaciones ofrece Pedro Sánchez este miércoles en el Congreso sobre el apagón que dejó a millones de peninsulares a ... dos velas y que afectó también a las comunicaciones en Canarias, queda claro que el sector energético precisa de más luz. Y no es un juego de palabras buscando la sonrisa del lector.
Desde que el coste de encender la luz empezó a dispararse, se puso en evidencia que el ciudadano medio se encuentra con una factura que, por más que ha habido promesas de simplificación, precisa de un curso intensivo para que pueda ser mínimamente comprendida por la mayoría. Es evidente que estamos ante una actividad compleja, pero a día de hoy, en este mundo globalizado e interconectado en el que vivimos, nada es sencillo. Razón de más, por tanto, para hacer un esfuerzo de pedagogía.
Añadamos a esto que, cuando llega una situación crítica, como ha pasado con el cero energético, florecen como hongos los expertos que dan interpretaciones muy diferentes. Así, en estos días hemos podido ver y leer a sesudos analistas que sostienen que la culpa de lo ocurrido es del exceso de energías renovables y otros que mantienen exactamente lo contrario. Como también están los que echan en falta más centrales nucleares y los que advierten del gravísimo error de caer en la tentación de prorrogar la vida de las instalaciones de ese tipo ya existentes.
Si seguimos, podemos hablar de lo que ha sucedido en Canarias: se produce un cero energético en la isla, como sucedió en La Gomera, y lo primero que tenemos son los habituales reproches cruzados entre quienes generan y quienes regulan el sistema. Y después hay una tercera pata de gran relevancia:el sector público. Ese que al instante anuncia la apertura de un expediente sancionador y fija indemnizaciones millonarias que acaban decayendo por dos motivos:1) se tramitó mal el expediente y 2) muchos de los problemas son consecuencia de la inacción acumulada durante años por los gestores públicos.
Hace falta, por tanto, abrir a fondo el melón de un sistema energético español excesivamente opaco. Hay que poner reglas del juego claras, que sean conocidas por todas y que se obligue a su cumplimiento, y hay que fijar la transparencia del modelo como requisito indispensable.
Y ya puestos a sugerir, una pregunta a modo de provocación:si damos por bueno que el transporte público por carretera sea gratis, ¿por qué no defendemos lo mismo con la luz?
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