Secciones
Servicios
Destacamos
Donald Trump, que el próximo día 20 volverá a sentarse en el Despacho Oval de la Casa Blanca, ha nombrado al empresario Elon Musk, dueño ... de X y también fabricante de coches y naves espaciales, entre otros negocios, como una especie de representante plenipotenciario. Se supone que le asesorará sobre cómo abaratar el peso de la administración estadounidense en la economía de ese país, pero en la práctica está ejerciendo casi como secretario de Estado (el equivalente a nuestro ministro de Exteriores).
Y como Musk es de los que primero habla (o tuitea) y después piensa, pues sucede lo previsible: va de charco en charco y tan feliz que está el magnate. Que se lo pregunten, por ejemplo, al canciller alemán Scholz, que ha visto cómo Musk entra en la campaña electoral germana dando su apoyo a la ultraderecha representada por el AfD, o que se lo digan al primer ministro británico Keir Starmer, sometido a una gran presión virtual (esto es, a través de redes) y con el apoyo de algunos medios sensacionalistas a cuenta de un caso con bastante de 'fabricación' y adornado de teorías conspiratorias.
En el caso de Starmer, Musk y su red X han agitado la sospecha de que durante años el poder político frenó investigaciones policiales en torno a bandas que cometían de forma organizada violaciones a menores. Para poner la guinda al escándalo, los acusados eran extranjeros, en este caso pakistaníes. A los promotores de la desinformación se les olvida que al frente de Downing Street han estado durante años primeros ministros conservadores, pero ya se sabe que la verdad es lo de menos cuando se trata de agitar las bajas pasiones.
Ahora Starmer intenta salir de la presión pero no da con la tecla. Más o menos lo que le sucede a Scholz y seguramente a todos aquellos que se coloquen la diana. Y no será fácil librarse de esas campañas porque si Musk era un peligro andante desde que se hizo con el control de X, lo es más ahora que cuenta con las bendiciones de Trump. De hecho, no son pocos los que ya sospechan que el presidente de facto es Musk y que Trump es el que aparece en pantalla.
La inacción de los gobiernos y de las entidades transnacionales -léase la Unión Europea en nuestro caso- ante los desmanes en el mundo virtual y ante el riesgo de confundir comunicación con información pasan ahora factura a los gobiernos democráticos. Llegamos tarde, muy tarde, porque regular a posteriori es inútil. El daño está hecho y crecerá exponencialmente.
¿Ya estás registrado/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.