¿Y la cortesía parlamentaria?
No entiendo la directriz de partido de no aplaudir en un acto institucional
Cada democracia tiene su particular liturgia, con actos y adornos que muchas veces se remontan al principio de los tiempos y que se han mantenido ... a pesar de que parezcan anticuados. En el Reino Unido, por ejemplo, sorprende que el arranque de cada legislatura se haga con un discurso que lee el monarca pero que resume la hoja de ruta del Gobierno de turno. Si miramos a Estados Unidos, allí llega cada año el Discurso de la Unión, se reúnen las dos cámaras y el presidente larga una perorata que es precedida de su entrada triunfal en el hemiciclo, con todos los parlamentarios de pie aplaudiendo, con independencia del partido al que representan y con varios invitados de postín en la tribuna. En España tenemos una sesión de apertura de la legislatura que se celebra una vez que ha tenido lugar la investidura y que concluye, como sucedió este miércoles, con un desfile militar a las puertas del Congreso cuyo significado cuesta entender en pleno siglo XXI, y más aún cuando el monarca acude al Congreso no en calidad de jefe de las Fuerzas Armadas.
Entre los partidos nacionalistas se ha puesto de moda no acudir a esa sesión, como tampoco fueron a la jura de la princesa y seguramente tampoco cuando toque celebrar el cumpleaños de la Constitución. Estamos hablando de diputados y senadores que lo son de una monarquía parlamentaria, de manera que no se entiende muy bien que sí acepten las reglas del juego para pedir los votos y salir elegidos y no para después cumplir con esa liturgia. Sobre todo porque ir al Congreso a esa sesión no conlleva gritar vivas al Rey o postrarse ante el monarca.
Dicho eso, tampoco entiendo que si en el acto habla la presidenta del Congreso porque así está mandado en los cánones del reglamento, haya parlamentarios que, siguiendo directrices de partido, no aplaudan. Se puede o no compartir lo que dice, pero en un acto así vale con un aplauso de dos segundos y después, ante los periodistas, criticar lo dicho y desmarcarse frontalmente si así se considera. Y subrayo lo de la directriz de partido, porque viendo las imágenes no hay duda alguna de que los diputados y senadores tenían la consigna de hacer ese feo no ya a la presidenta Armengol, sino al conjunto del Congreso, a los propios reyes y al propio modelo de monarquía parlamentaria.
Pero eso tan desgraciado es el retrato de la España (o de la península, para ser exactos) que tenemos. Después se les llena la boca pidiendo consensos, cuando a la hora de la verdad son incapaces de ofrecer un mínimo de cortesía. Y de educación.
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