Se acabaron las milongas
El Supremo se ha cansado, como Canarias, de las respuestas del Gobierno central
Déjese de milongas y resuelva esto, que la competencia es suya y los derechos fundamentales no pueden esperar, máxime cuando se trata de menores de ... edad en riesgo... Eso, pero dicho en lenguaje jurídico, es lo que viene a decirle el Tribunal Supremo al Gobierno de España en el asunto de los niños y niñas que han pedido protección internacional -lo que conocemos como asilo- y que siguen en Canarias en una especie de limbo administrativo.
Cuando decimos que están en las islas, hay que añadir que eso significa que están en España y en la Unión Europea. Parece innecesario, pero no lo es, porque en todo lo relativo a la inmigración se ha extendido la impresión, tanto en la península como en el conjunto de la UE, de que Canarias es un país tercero, un miniestado más africano que europeo, que pretende hacer de puente para unos ilegales que llegan hasta aquí por dar el salto a Europa. Y esa inmigración es cuestión de Estado y es también cuestión comunitaria, por muy insolidarios que sean -que lo son- en la España mesetaria y en una Europa cada vez más xenófoba y racista.
El asunto del millar de menores refleja, por encima de otras consideraciones, ese desinterés estatal y peninsular. Tramitar la protección internacional es competencia exclusiva del Gobierno central, que ha mirado para otro lado durante mucho tiempo. Lo grave es que cuando el asunto acabó en el Supremo y el alto tribunal lo llamó a capítulo, la primera respuesta fueron unas evasivas impropias del poder público: alegar que no se había podido dar respuesta a esa llegada de menores que piden protección es tomarle el pelo a los magistrados, que en su mayoría peinan canas. De la misma forma que alegar que el Estado no tiene recursos para atender debidamente a esos menores es reírse de esos chiquillos y, por extensión, de toda Canarias. Lo digo porque si algo le sobra a un país del Primer Mundo es recursos para dar respuesta a lo que precisan mil personas. Si España fue capaz, de ayer para hoy, de dar acogida a los sirios que hubo que echarles una mano o a los afganos cuando salieron corriendo por miedo a la ignominia afgana, cuando sus expedientes se tramitaron con la velocidad del rayo y se les encontró alejamiento... ¿cómo se puede argumentar que lo del millar en Canarias es un problema casi irresoluble?
El auto del Supremo y los plazos que fija para que el Estado le diga qué está haciendo destilan el hartazgo de unos jueces cuya paciencia se desbordó. Como la de esos chiquillos. Y la de Canarias.
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