Estado de alarma
Del director ·
Si los políticos evitan alarmarnos de más, pues mejor.Cuando empezó la pandemia y nos encontramos con que la vida cambiaba de la noche a la mañana, el propio nombre del estado de alarma nos asustó. Había pocos precedentes en democracia y muchos pensaban en los tanques saliendo a las calles y los militares metralleta en mano. Y es verdad que salieron los militares, pero básicamente para hacer en las residencias de ancianos el trabajo que nadie quería hacer: entrar, sacar los cadáveres amontonados y poner algo de orden.
A medida que iban pasando las semanas, los presidentes autonómicos empezaron a cansarse del centralismo que conllevaba el estado de alarma. Denunciaban muchos de ellos que Pedro Sánchez los tenía en videoconferencia todos los domingos y al final hacía lo que le daba la gana, porque eso es lo que, básicamente, permitía el estado de alarma.
Llegó un momento en que las prórrogas de la alarma comenzaron a perder apoyos políticos y el Gobierno de Sánchez tuvo que batirse el cobre en el Congreso y hacer concesiones a unos y a otros. Fue básicamente cuando este país comenzó a instalarse en una dinámica de agria crispación partidaria que va cada día a más.
El tiempo va pasando y ya queda menos de un mes para que expire el estado de alarma. ¿Cómo estaremos en materia sanitaria el 9 de mayo? Sobra decir que no lo sabe nadie: ni Simón ni Darias. Ni Miguel Bosé. Y no lo sabemos porque todavía estamos discutiendo si lo que se avecina es una cuarta ola. Lo único seguro es que la campaña de vacunación no va al ritmo deseado. De manera que plantearnos ahora cómo estaremos en esa fecha del mes próximo es casi ciencia ficción, sobre todo porque sin miramos a Europa encontramos de todo: Francia volviendo a las restricciones y el Reino Unido haciendo lo contrario.
Sucede que en todo el tiempo transcurrido entre la última prórroga del estado de alarma y el tiempo presente no se han arbitrado los mecanismos legales para que, sin necesidad de recurrir a esos mecanismos extremos -pero legales-, los presidentes autonómicos o los alcaldes puedan tomar medidas en sus respectivos ámbitos de actuación. De hecho, entre las cosas que no se han hecho está diseñar una arquitectura jurídica para que las infracciones por incumplimiento de las restricciones tengan la seguridad de acabar en multas, y no en un aluvión de derrotas judiciales.
Pase lo que pase el 9 de mayo, si los políticos evitan alarmarnos de más, pues mejor.