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Aquellos que por ideología renuncian a sus referentes, a su cultura y a las figuras que han hecho más grande su tierra, no están tan lejos de los que es tal la inquina de la que están hechos que ni el calor de la muerte cercana, el respeto que se da por sentado durante el duelo, logra atenuar su rencor. Ese tuit de Vox, ese «con odio has vivido y con odio has muerto» refiriéndose al adiós de una de las mayores literatas de la historia de España, define lo que es esa gente. Pero el silencio y la ausencia del líder del PP, del alcalde y de la presidenta de la comunidad de Madrid ante el expiro de su vecina, esa renuncia a poner en valor su contribución vital a la literatura solo por defender una postura política contraria, no les aleja de la mezquindad de sus socios.

Por suerte, el adiós social y, en este caso, cultural, siempre tendrá más peso que el institucional. Así se vio en su entierro, con cientos de sus libros alzados al cielo y el conmovedor grito de «sin memoria no hay democracia» como banda sonora. Porque eso fue lo que hizo ella, juntó letras para desenterrar las injusticias del pasado, engrandecer a los caídos por la libertad y dedicarles los versos que hasta ahora solo recibían los vencedores. Duela a quien le duela, Grandes tendrá el peso y ocupará el lugar que se merece dentro de la historia de la literatura de nuestro país. No solo por sus capítulos, por ser la madre de novelas universales. También por su ejemplo, lucha y coraje. Y por su bondad. Según defienden las que la conocieron, incluso los del otro bando que, pese a las diferencias ideológicas, sí tuvieron la decencia de rendir homenaje a la difunta. «Admiraba a la gente en sus antípodas siempre que fuese tan honrada como ella pretendía serlo», escribió Zarzalejos en El Confidencial. Esta es la España que nos merecemos, la que llora a sus escritoras. La España de Almudena.

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