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Anda el patio un poco revolucionado esta semana tras la decisión de la concejala de Festejos de Arrecife de acabar con el concurso de Miss y Reina de la ciudad con motivo de las Fiestas de San Ginés. Es una decisión totalmente respetable, por supuesto, lícita y que, bien argumentada, no tiene que traer consigo ningún tipo de polémica, pero el problema llegó cuando Nova Kirkpatrick alegó, como argumento principal, que mientras ella «esté organizando estas fiestas, no voy a permitir que una chica tenga más valor que otra por tener, hablando claro, un culo o unas tetas mejores que otra. Así que lo siento mucho», sentenció. Un «culo y unas tetas», dijo Nova Kirkpatrick, sintetizando al mero aspecto físico lo que podría reconvertirse en un certamen diferente en el que puedan valorar cuestiones no sólo estéticas y que sigan dando la oportunidad a las chicas de Lanzarote de hacer realidad su ilusión de subirse a un escenario para poder representar a la fiesta grande de su ciudad.

Los certámenes de belleza, tanto femeninos como masculinos, que se suelen olvidar los críticos de estos últimos, se siguen celebrando en todos los rincones del mundo y se han ido reconvirtiendo y adaptando a los nuevos tiempos. Los que hablan de concursos en los que solo se valora la carne –hablando mal y pronto– demuestran que ese dicho que reza la ignorancia es atrevida, no tiene fecha de caducidad. Se trata, en la mayoría de los casos y ciñéndonos a los oficiales, de plataformas espectaculares para que los aspirantes puedan optar a metas profesionales de relevancia y en los mismos, no solo se valora el físico, ni mucho menos, más bien todo lo contrario. Sin ir más lejos, en Miss World han suprimido hace años el desfile en ropa de baño y las aspirantes tienen que trabajar en un proyecto social de relevancia para poder optar al triunfo, desde la fase provincial hasta la internacional. En chichos, también se valoran otras cuestiones como la capacitación, idiomas, pruebas de talento, etcétera, porque una Miss o un Míster no son simples maniquís que desfilan en silencio sobre una pasarela, sino algo más, referentes sociales que, guste o no, no pueden tener solo un físico. Me vienen a la memoria mujeres como al gran canaria Carla Barber, doctora, Helen Lindes, modelo profesional, Patricia Yurena, artista, Lorena Bernal y Esther Arroyo, actrices, Eva González, presentadora, o el televisivo Jorge Fernández y nuestro actual Míster Internacional España, el grancanario Yeray Hidalgo, técnico superior en informática. Todos ellos empezaron en un pueblo y fueron escalando peldaños, pero esa ignorancia atrevida ahora cuestiona sus currículums con la simple y populista excusa de la carne, así sin más...

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canarias7 Entre populismos e ignorancias