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Enseñanzas de Risco Caído

Lunes, 1 de julio 2019, 12:00

La identidad es un concepto confuso en tiempos de internet. Basta con observar la dispersión política alrededor del referente nación, o la necesidad de diluir las fronteras para mover la economía mundial. Las próximas generaciones crecen sin raíces. El mejor conocimiento de las culturas no garantiza su protección.

En Canarias, sin ir más lejos, se buscan solares para instalar huertos urbanos, mientras el suelo agrícola y el cuidado de los campos se elimina por invasión constructora o simple abandono. La despoblación del interior de las islas forzada por el traslado de mano de obra creó aglomeraciones urbanas sin servicios ni planificación. Esa migración ha reforzado mecanismos de dependencia en la misma medida en que ha diluido la conciencia de pertenencia a un lugar y a una historia.

Sin este vínculo, sin espacio propio y sin un hilo que conecte las generaciones veteranas con las más jóvenes, no es difícil concluir que la identidad es un valor en desuso, molesto para los poderes emergentes en una sociedad sin memoria. La desconexión de la escuela con el entorno permite modas perversas, como esa exigencia de un examen de Selectividad único en todo el Estado, preludio de uniformes más estrechos que se impondrán en breve porque no se cultivan estímulos alternativos. En política, basta un golpe en el pecho para convertirse en nacionalista.

Este mes de julio la Unesco incorporará a su catálogo el primer patrimonio de la Humanidad que aporta Gran Canaria. El legado de las montañas, el diálogo con los astros conservado en Risco Caído, muestra un conocimiento del mundo capaz de conservar la tierra y hacerla más habitable. Un ejercicio imposible en este cielo moderno, sembrado de ignorancia.

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