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Directo Rueda de prensa de Pimienta previa al RC Celta-UD Las Palmas

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Pocas veces un reportaje me había tocado tanto la patata. Cuando escribía sobre el caso del adolescente de Telde que sufre acoso escolar desde que un compañero le suplantase la identidad en Instagram y se dedicara a insultar al resto de los alumnos a través de dicha cuenta falsa, sentía una enorme impotencia pensando en el infierno por el que tiene que estar pasando ese pobre niño que está empezando una nueva etapa en el instituto. Y es que el salto del colegio a la secundaria suele ser el que más cuesta porque se llega a un sitio nuevo, siendo de los más pequeños y rodeado de desconocidos. A esa edad, aunque siempre depende de la personalidad de cada uno, lo que prefieres es pasar desapercibido. Nervios, obsesión por el qué dirán y el propósito de integrarte en el nuevo mundo. Encajar es el primer objetivo.

Pues lo que supera por mucho una broma pesada hizo que a los pocos meses de aterrizar, la víctima ya estuviera señalada por todos, fuese objeto de inquina y amenazas, y protagonista absoluto sin haber hecho nada ni haberse metido con nadie. De repente era un ciervo en una selva plagada de tigres. «El martes van a quedar todos para pegarte», le advertía una niña, quizá con la conciencia tocada al saber que él no tenía culpa alguna, pero con el cuidado de no acercarse demasiado al apestado, no vaya a ser que ella también recibiera. La mayoría pensaban que el chico nuevo era el que les había insultado. Encima, el culpable compartió el número de teléfono de la víctima para que los más grandes se cebasen con él. Casi nada.

Al joven se le hunde la vida y, aunque su madre hace lo posible para proteger a su niño, a su razón de ser, aterrada con la idea de que el pequeño pueda caer en una depresión y hacer cualquier tontería, se ve sola. Porque la policía responde de maravilla, pero la Fiscalía de menores archiva su caso y se olvida del tema. Prefiere no estar metiéndose en problemas cuando los implicados son menores de 14 años. Y, entonces, ¿ya está? Gana el abusador, el que actúa con mala fe. Y no duden de que lo volverá a hacer. Total, no hay castigo. Barra libre para el bullying.

Es inadmisible que la justicia no actúe para proteger al débil, al indefenso. Con las redes sociales, a los agresores se les abre un nuevo mundo lleno de posibilidades y hay que tener herramientas para detenerlos. «Como le pase algo a mi hijo no respondo», repite con desesperación su progenitora. Normal. Esa es la reacción que genera el desamparo de las leyes y la injusticia. Piensen que harían ustedes si ven a lo que más quieren siendo objeto de un maltrato sistemático. Bueno, es mejor que el que se ponga en la piel de la madre sea el que archivó el caso. Con su decisión ganaron los malos.

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