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El ruido cotidiano

Jueves, 4 de octubre 2018, 08:15

El chantaje del independentismo catalán, la sospecha de las tesis o másters falseados y el traslado del momia del dictador se han convertido en los temas recurrentes de gobierno central (que no el estado) y la oposición para desviar la atención y no poder el foco en lo realmente trascendente. El problema de todos los partidos, los que gobiernan y los que no, es que, en un momento dado, han ejercido de ejecutores o cómplices, por lo que todos tienen cadáveres en los armarios, gatitos en el estómago, y por tanto todos, sean del color que sean, pueden ser objeto de reproches. Si circunscribimos el escenario a Canarias, los temas señalados en rojo en la agenda son el negocio de los eSports en los colegios, la culpa de los vertidos ilegales al mar y la deuda histórica del convenio de carreteras para mirar para otro lado, en este caso para Moncloa y su delegación en las islas, y así eludir responsabilidades pasadas o presentes y abordar necesidades más inminentes. Coalición Canaria, ese partido que gobierna sin ganar las elecciones, se vende al mejor postor, por lo que según se tercie cambia de enemigos y argumentario en busca de aliados que le mantengan en la poltrona gracias a una ley electoral obsoleta que solo genera más desigualdad e injusticias entre los canarios.

El último año ha estado marcado por la inestabilidad y la incertidumbre política. Inestabilidad que alcanzó su punto más álgido con el relevo en el gobierno de Mariano Rajoy. Sin entrar a debatir sobre el porqué de la crisis política o emitir juicio alguno sobre las decisiones tomadas por Pedro Sánchez en un periodo más cosmético que realista, lo cierto es que todo este ruido político tiene un impacto negativo sobre la economía del país y, por tanto, sobre Canarias. Al respecto, existe una extensa bibliografía y todólogos de tertulias televisivas que saben sobre la interacción entre la política, la economía y las finanzas que puede explicar cómo este ambiente de incertidumbre afecta la confianza de los agentes económicos, lo que se traduce en menor consumo e inversión privada y, por ende, en menor crecimiento. Y eso, irremediablemente, repercute directamente en la ciudadanía.

La clase política, los de allá y los de aquí, siguen enfrascados en una guerra superficial en la que buscan debilitar lo máximo posible al rival de cara a las próximas elecciones, sin atender con fuego real los problemas cotidianos. Pocos temas por los que discuten nuestros representantes repercuten en el día a día del pueblo. Es solo ruido en la pantalla a la hora de la cena. Luego llegarán las promesas.

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