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El paro y la poscrisis

Sábado, 28 de abril 2018, 14:39

La Encuesta de Población Activa (EPA) del primer trimestre de 2018 arroja un ejército de parados en España que roza los cuatro millones. Y aunque estamos mejor que hace unos años, hay cuestiones estructurales que siguen afectando como es la distribución territorial del desempleo. Dos Españas, norte y sur, se tropiezan en el escenario socioeconómico. Si la tasa de paro estatal es del 16,74%, en Canarias estamos en el 20,62% (228.400 desempleados). Y si la distribución por provincias es similar, ojalá algún día la EPA contenga las diferencias por cada isla, sí se mantiene las divergencias en cuanto a los parados por sexo: la tasa de paro de los hombres es del 19,18% y la de las mujeres asciende al 22,28% en el Archipiélago. Justo en una región donde la tasa de actividad femenina es alta comparada con otras comunidades autónomas. Y es que en Canarias, vengan bien o mal dadas, las mujeres siempre se han armado de valor para buscar trabajo. Lo que, a su vez, entronca con un soporte tradicional de matriarcado en la familia isleña (como en la vasca).

A pocos días del Primero de Mayo, conviene separar la creación de puestos de trabajo con la calidad de los mismos. Porque detrás de las estadísticas están los valores cualitativos del actual mercado laboral con sus consecuencias: subempleo, precarización, proletarización de las clases medias, descenso de las expectativas intergeneracionales,... O, dicho de otra manera, las cosas no volverán a ser como fueron antes de la Gran Recesión de 2008. Hasta el punto de que en el ámbito europeo se reconoce ya la figura del trabajador pobre. Es decir, aquel que a pesar de ostentar una nómina ya no le es garantía suficiente para llegar a final de mes en condiciones.

Y ante este paisaje de la poscrisis, los antaño denominados sindicatos de clase (CC OO y UGT) padecen un cuestionamiento (al igual que los partidos políticos) que daña su capacidad de mediación. Una crisis de representatividad que va más allá del nivel de afiliación. Y que se ve agravada por la pérdida de poder de los sindicatos en la negociación colectiva desde la reforma laboral. Una tendencia de desencanto que se visualiza en la participación en cada Primero de Mayo. Sin embargo, sin la presencia de los sindicatos la degradación laboral sería aún mayor. Y parte de la crítica que reciben no es neutra sino ideológicamente intencionada. No es lo mismo el diálogo social con representantes colectivos que el trabajador enfrentarse por separado cara a cara con el empresario. Costará mucho retornar a los parámetros de seguridad y bienestar previos a la crisis financiera, pero la resignación en democracia no cabe como desenlace.

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