El horizonte de pactos
Ayer Pedro Sánchez comenzó la campaña electoral despejando una de las incógnitas que sobrevuela el horizonte próximo de los pactos: no habrá gran coalición (expresa y formal) con el PP. En verdad, esto ya se intuía. Lo que está buscando el sanchismo es que el resto, la oposición me refiero, se abstenga y facilite su investidura porque ya da por hecho que va a ganar las elecciones. Y los sondeos lo afirman en ese sentido. Sin embargo, hasta aquí llegábamos todos. Si el PSOE quiere el apoyo de Podemos conllevará un Gobierno de coalición del que Pablo Iglesias será partícipe y no asumirá otro veto impuesto por Sánchez.
Julio Anguita se aferraba a aquello de programa, programa y programa. Y en televisión al líder de IU lo representaban a modo quijotesco e idealista como si fuera un personaje que no fuese de este mundo. Aunque sus críticas al Tratado de Maastricht no estaban tan desencaminadas tal como se comprobaría años después con la crisis de la eurozona. Aquel refrán programático poscomunista de la década de los años noventa serviría si acaso, aunque nunca se cuajó, para la época del bipartidismo. Ya es, por lo tanto, una página pasada en el libro de Historia. Es más, cuando el PSOE e IU pudieron pactar en 1993, Felipe González prefirió hacerlo con la otrora CiU. IU iría menguando hasta la reserva espiritual que luego representaría Gaspar Llamazares. Otros tiempos. No debe escandalizarse hoy por hoy Iglesias ante los vetos que pretenden endosarle una y otra vez.
Pablo Casado procura mantener un bajo perfil que vaya absorbiendo el descontento de Ciudadanos. Lo que pasa es que alcanza los 100 escaños, según vamos conociendo los sondeos, pero a partir de ahí ya no aumenta más fruto de que Vox también saldría supuestamente reforzado. Quizá, vayamos a una derecha tan solo de dos siglas (PP y Vox) y Ciudadanos iría camino de desmantelarse en los diversos territorios. Su discurso combativo contra el soberanismo catalán ya lo ocupa Vox y con creces.
Lo peor que podría ocurrir en los próximos días es que al hablar unos y otros de pactos acabe emergiendo la realidad de que nadie va a sacrificarse. Si se atisba el riesgo de unos terceros comicios en 2020, la participación el 10N seguirá bajando cada vez más. A mayor desaliento ciudadano, más rechazo a la cita con las urnas. Y, de momento, los diferentes candidatos se ciñen a lo suyo y no dicen nada sobre una gobernabilidad que implique ceder. A este paso, todos desconectarán. Una cosa es querer vender tu propio producto electoral y otra negar que nadie va a tener mayoría absoluta y que, a la postre, habrá que entenderse o bien con unos o con otros. Pero tener que decidirte. Alargar un escenario donde ninguno se compromete acaba perjudicando a todo el sistema de partidos. O sea, o zanjan de una vez que no habrá terceros comicios y que cada formación hará lo que sea preciso, o el coste y reproche social será mayor.