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La indignación manifestada por las autoridades de la Unión Europea, la inmensa mayoría de los dirigentes de los Estados miembros, la Casa Blanca y la ... OTAN por el encuentro entre Viktor Orbán y Vladímir Putin en Moscú retrata la desfachatez del primer ministro húngaro en su alineamiento con el responsable de la guerra que devasta Ucrania desde hace dos años y medio. Un conflicto en el que Europa está comprometida en el apoyo político, financiero y militar a Kiev, que Orbán ha tratado reiteradamente de impedir. El gobernante ultraderechista pretende servirse de la situación de transición que atraviesan tanto la UE como la Alianza para desplegar un juego envenenado y a varias bandas: presentarse como paladín de «la paz» cuando en realidad sirve a los propósitos del Kremlin para debilitar el respaldo occidental a los ucranianos; ponerse en primer tiempo de saludo ante una posible nueva presidencia de Donald Trump; y crear un grupo propio para perturbar la Eurocámara, tarea a la que acaba de sumar a Vox. La presidencia de turno de Orbán empieza muy inquietante. Y en modo alguno le habilita para el desafío a sus socios en el que se ha embarcado y que debe tener consecuencias.
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