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La decisión de las bases de Podemos en Galicia de no coaligarse con Sumar para las elecciones autonómicas del 18 de febrero, avalando así la ... consigna lanzada por Pablo Iglesias –que ha llegado a pedir la concentración del voto en torno al BNG para competir con el PP– define un estado de cosas caracterizado por tres factores. Uno, el ascendiente que conserva el fundador de los morados, una evidencia que puede regocijar a los suyos en el pulso emponzoñado por lo personal con Yolanda Díaz, pero que compromete la entereza del liderazgo de Ione Belarra. Dos, la casi ya imposible cohabitación entre Podemos y Sumar oposita a convertirse en un elemento desestabilizador añadido a una legislatura abonada a las turbulencias. Y tres, la fragmentación de las izquierdas no solo merma sobre el papel las opciones de estas para revertir la mayoría absoluta del PP en Galicia: cuestiona su credibilidad con carácter general para articular políticas viables que no subordinen su utilidad para los ciudadanos a rencillas cainitas. Una vez recuperada su autonomía en el Congreso, Podemos se juega en el ciclo electoral de este año –singularmente en las europeas– su supervivencia. Pero Díaz erraría si cree que la erosión no afecta a Sumar o, incluso, que puede beneficiarle.
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