Borrar
Cober

'Días de Finados', orígenes de una tradición

Un año más los camposantos isleños, como el veguetero, con el eco de los festejos de Finados propios de ayer y de hoy, resplandecerán en esta celebración isleña de los difuntos

Juan José Laforet

Cronista Oficial de Las Palmas de Gran Canaria

Domingo, 30 de octubre 2022, 18:48

Comenta

La Festividad de Difuntos, o los Finados, celebración y tradición muy arraigada en Gran Canaria, con muy diversos usos y costumbres cambiantes a lo largo de los siglos, no cuenta, sin embargo, con suficientes crónicas como para saber con precisión cuales fueron exactamente los ritos y rituales más comunes con anterioridad al siglo XIX. Crónicas y cronistas, o memorialistas, hablan, con ciertos pormenores, aunque no siempre extensamente, de las costumbres y ceremonias en el momento de la defunción, el entierro y los funerales, como es el caso del rastro que, sobre ello, dejan crónicas como las de Isidoro Romero y Ceballos o la de Francisco Martínez de Fuentes, para finales del siglo XVIII, corroboradas un siglo más tarde, con pequeños cambios y ciertas decadencias, por la de Víctor Grau-Bassas sobre los usos y costumbres de la población campesina de Gran Canaria (1885-1888). Otra cosa es la descripción que, unos u otros autores, hacen del fallecimiento, velatorio, entierro, funeral y misas, costumbres anejas a estos rituales y ceremonias, de grandes personalidades, como obispos, reyes, príncipes o altos cargos de la administración o la nobleza isleña; pero que no eran ni lo usual, ni los modos más extendidos en el seno de la sociedad. En ello es de especial relevancia la crónica que deja Romero y Ceballos de las honras fúnebres del obispo fray Joaquín de Herrera en diciembre de 1783, ocupándose hasta del hábito con el que estaba revestido el cadáver del prelado y del «…ataúd aforrado en damasco encarnado, galoneado, sobre cuatro almohadas blancas con encajes y en la cabecera una de terciopelo encarnada con galón…».

Sin embargo, la pervivencia de un elemento antropológico tan señalado y elocuente como son los «Ranchos de ánimas», que se extendieron por casi todas las parroquias que se instituían en la isla a través de los siglos XVI y XVII, vinculados a las «Cofradías de Ánimas» que se documentan en los libros más antiguos de esos templos, y que desde hace algunos años se recuperan con fuerza y entusiasmo en muy diversas localidades, sugiere que el culto a los finados, en alguna forma heredero de los antiquísimos «cultos entorno a la muerte», se introdujo pronto y caló hondo en esta encrucijada cultural atlántica, donde se constituía una comunidad nueva que requería de tradiciones, usos y costumbres que dieran armazón a su existencia cotidiana. Lo sagrado, aquello que refuerza el consenso social, algo ya valorado por Émile Durkheim, se hacía imprescindible en muchas esferas de la cultura y de la identidad isleña que se conformaba poco a poco. Así, en el ámbito de la religión, aparece la oportunidad de sacralizar e institucionalizar una conmemoración como festividad y rito, la del recuerdo de quienes finaron, de quienes les precedieron en vida, de quienes dejaron el rastro de lo que eran quienes les sucedían en esa comunidad, con unos valores, unas creencias, unos mitos y unos tabúes definidos. En este sentido, habrá que tener en cuenta que los rituales, los usos y costumbres, como los cultos comunitarios, tal como ha precisado Marvin Harris, «…que implican rituales públicos considerados esenciales para el bienestar o supervivencia de todo el grupo social, también están presentes hasta cierto punto en todos los niveles político-económicos…». Y explicarse la trascendencia de la vida, la misma dicotomía muerte-vida, es una constante esencial en la inmensa mayoría de culturas y civilizaciones. Quizá también esta celebración de «los finados» en general, junto con su carga religiosa, cristiana fundamentalmente en el ámbito de estas islas, haya servido, consciente o inconscientemente, para en el ámbito del finar de otros acercarse a «…la experiencia del descubrimiento de la propia muerte…», como sugiere Alfonso Maria di Nola, en su obra «La Negra Señora. Antropología de la muerte y el luto» (2006), a propósito de la novela de León Tolstoi «La muerte de Ivan Ilich» (1886). Sustancial en esto fue también el extenso artículo que, bajo el título «Los Ranchos de Ánimas», publicó Sebastián Jiménez Sánchez en 1951, en el que recoge como «El origen de los «Ranchos de Animas» en el pueblo de Ingenio, isla de Gran Canaria, se pierde en la antigüedad, pues los más ancianos —gentes de ochenta y tantos años— dicen haber oído contar a sus padres y abuelos que el «rancho de ánimas» debió haber comenzado sus actuaciones en los inicios de la conquista de las Canarias, y añaden que «siempre se ha cantado a las Animas en el Ingenio, desde que Canarias es Canarias». Y a sacralizar esas fechas el 1 y 2 de noviembre también contribuyeron acontecimientos como el que un obispo, Antonio Martínez de la Plaza (1785-1790), cantara en la Catedral de Canarias su primera misa en la islas precisamente un 2 de noviembre, en el año de 1786.

En Gran Canaria, con el recuerdo de las «Cofradías de ánimas», del cántico monótono y reiterativo de los «Ranchos», de los entierros sencillos donde se acompañaba el cadáver «…vestido de capa y sombrero caído de alas…» y el «…luto de las mujeres es saya negra, tocada la cabeza o mantillas de lana teñidas de negro por espacio de un año en el luto mayor y menos tiempo en los más remotos parientes…», aunque el uso de la capa, según Grau-Bassas, a finales del XIX estaba «…próxima a desaparecer…» como así aconteció, mucho cambiaron los usos y costumbres de la festividad de los «Finados» en el siglo XIX, aunque, como ha sido una constante, tradición y cambios siempre se conjugan, conviven y dan paso a nuevos usos que tienen precedentes muy anteriores. El establecimiento de cementerios reglados, a partir del de Vegueta abierto en 1811, la llegada de comunidades foráneas con sus ritos y costumbres -pensemos en lo que significó la presencia de los británicos, que en 1835 abrieron su propio camposanto en la ladera marítima de Lomo de Santo Domingo, al sur del barrio de San José-, la presencia de nuevos usos y costumbres en el vestir, en la alimentación, la llegada de artesanos como los marmolistas y lapidarios, el uso de flores ornamentales y las nuevas posibilidades de las luminarias. Todo explosionó con respecto a la sencillez y la mayor intimidad de lo acostumbrado en siglos anteriores. Es elocuente que, en sus recuerdos nonagenarios, Domingo J. Navarro, describa entonces la «Noche de Difuntos» como algo festivo, dado que era la «...última fiesta del año…» en la que, esa noche, «…se reunían las familias a jugar a la perinola, comiendo castañas y dulces, que saboreaban con buenas copas de vino rancio y con licores, en festiva francachela, cuentecillos chistosos y alegres bromas...»

Consustancial con esta somera, pero aguda, descripción es que, en algunos de los primeros periódicos de Las Palmas, como es el caso de «La Opinión», publicaran en años como 1872, y en los días previos a los «Finados» anuncios de la venta de «pasas, higos pasados y ciruelas pasas. Casa de Díaz hermanos.», o como «Hacen presente al público los marmolistas italianos Viot y Desteffani, un gran surtido de lápidas blancas y negras de todas clases de dibujo, y también todo trabajo que en mármol se hagan. Bajada de los Remedios.», en incluso encontrar en la Revista de El Museo Canario un amplio artículo en el que su autor daba cuenta de «No sé quién sería el gracioso que el día de finados echó por debajo de la puerta de mi cuarto los siguientes chabacanos epitafios, que los reproduzco por darlos a la vergüenza pública; pues creo que hasta ahora la haya…», algo en la línea sugerida por Navarro de los «cuentecillos chistosos y alegres bromas.»

Pero también aparecen ya costumbres más similares a las actuales, y se aprecian en noticas como la de «El Ómnibus» del 2 de noviembre de 1861, que da cuenta como «Según la costumbre introducida hace algunos años, nuestro cementerio estuvo el martes por la tarde muy concurrido. Los adornos, las luces y las flores se ostentaban en los sepulcros, y un sin número de fieles oraban y lloraban por sus queridos difuntos…». Aquí es interesante subrayar como precisan «según costumbre introducida hace algunos años», indudablemente no antes de que comenzaran a aparecer progresivamente los camposantos tal como se entienden en la actualidad, y tras unos años en los que pudieron arribar y llegar esas nuevas costumbres y usos para el día de los «Finados», a propósito de las cuales incluso surgen curiosos textos literarios, como el extenso poema «El Día de Difuntos», publicado en el mismo periódico en noviembre de 1857, en el que Rafael Martín Neda se cuestiona «¿Dónde van esas gentes que ayer locas / en pos de los placeres caminaban, / y sus profanos cánticos alzaban / al rumor halagüeño del festín? / ¿Dónde van presurosas y agitadas? / A llorar por los seres que han perdido / y el sueño duermen del eterno olvido / de otro mundo ignorado en el confín.», o la reflexión, de

casi la primera página al completo del periódico, del 2 de noviembre, en la que señala, a propósito de «los finados», como «Recuerdos de lo que fueron, que obran en nuestra inteligencia de una manera incomprensible; y que hallamos allí siempre fijos, siempre dispuestos a nuestra voluntad: fantásticas escenas en que figuran, y en las que creemos verles con todos sus atavíos de ser y de seducción: sombras engalanadas que sentimos hablar, reír, llorar y llamarnos; magnifico y fantástico teatro en el que vuelven a representarse aquellas escenas que nos adormecían,…»

Un año más los camposantos isleños, como el veguetero, con el eco de los festejos de Finados propios de ayer y de hoy, resplandecerán en esta celebración isleña de los difuntos, pues se constituyen en monumentos de todos esos finados que transitaron las páginas más puntuales, arriesgadas o gloriosas, o sencillamente íntimas y cotidianas, de la historia insular. Por ello, como ya señaló Alonso Quesada en sus crónicas, son «los finados de todos».

Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

canarias7 'Días de Finados', orígenes de una tradición