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El desplante de Sánchez a Podemos

Primera plana ·

La opinión pública tiene criterio. La ciudadanía es madura y no le gusta que le tomen por tonta

Viernes, 11 de diciembre 2020, 07:50

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Pablo Iglesias ha pasado en tan solo una semana de estar en su apogeo a cuenta de la aprobación (con los socios ERC y EH Bildu) de los Presupuestos Generales del Estado, a sufrir un doble desplante del PSOE. Primero, tratando de impedirle que acudiese a la cumbre bilateral entre España y Marruecos, finalmente aplazada a febrero, donde estará muy latente el conflicto en el Sáhara Occidental; segundo, dejando claro que a pesar de toda la podredumbre de la Casa Real que se va conociendo al alimón de diversos y presuntos casos de corrupción, afirma Pedro Sánchez que «la monarquía no está en peligro» y que lo que está en entredicho son las actitudes de las personas y no las instituciones. Entre esa precaria y fútil explicación (la monarquía se distingue del resto de instituciones por ser hereditaria) y la del PP sobre el emérito («asunto privado») apenas hay distancia.

¿Semejante disparidad en el discurso entre el PSOE y Podemos cómo se conlleva? ¿Cómo se gestiona esto cuando España atraviesa un ciclo de convulsión política enorme, similar al de la Transición y superior al de la Gran Recesión de 2008? Y, sobre todo, esto tan solo acaba de comenzar: ¿cómo soportará o responderá Iglesias? El PSOE, por lo tanto, aclaró que defiende la monarquía pase lo que pase. Si no contribuye a que caiga Felipe VI con todo lo acontecido, ¿cuándo lo hará? Responde así a su rol de siglas dinásticas y sistémicas del régimen del 78. Es legítimo, pero entonces es mejor que no luzca el republicanismo de pancarta en las manifestaciones del Primero de Mayo ni demás reminiscencias de la izquierda sociológica. Y el mismo ejercicio de congruencia debería endosársele a Podemos: ¿hasta cuándo aguantará un desplante tras otro? Ser el socio menor de una coalición no implica renunciar a tus postulados esenciales o que estos sean arrinconados por completo por el partido mayor. ¿O es que acaso todo es una mera retórica y lo importante es disfrutar del poder al precio que sea hasta que venga la siguiente cita con las urnas?

La opinión pública tiene criterio. La ciudadanía es madura y no le gusta que le tomen por tonta. Y el desencanto de la izquierda en la calle asoma con virulencia. Parapetarse en el miedo a Vox para luego dejar las cosas como están, sirve de pretexto por solo un tiempo. Al PSOE le valió electoralmente en los comicios generales de abril y autonómicos y locales de mayo de 2019. El temor a la ultraderecha activó el voto de la izquierda. Pero ese aliciente se mitiga cuando después Sánchez blinda al rey. El divorcio entre la sociedad y sus representantes públicos es notorio e irá a más. Hay ganas de cambio. Pero justo los que están en el poder lo frenan. Y aparece otra faceta más y distinta de las empleadas políticamente por el jefe de filas socialista para mayor indignación en las bases de Podemos. Si Iglesias calla, lo pagará electoralmente. Si la izquierda se desnaturaliza, pierde fuelle social. Y si no que le pregunten a José Luis Rodríguez Zapatero a son de los recortes que perpetró en mayo de 2010: fue el principio del fin.

¿Semejante disparidad en el discurso entre el PSOE y Podemos cómo se conlleva? ¿Cómo se gestiona esto cuando España atraviesa un ciclo de convulsión política enorme, similar al de la Transición y superior al de la Gran Recesión de 2008? Y, sobre todo, esto tan solo acaba de comenzar: ¿cómo soportará o responderá Iglesias? El PSOE, por lo tanto, aclaró que defiende la monarquía pase lo que pase. Si no contribuye a que caiga Felipe VI con todo lo acontecido, ¿cuándo lo hará? Responde así a su rol de siglas dinásticas y sistémicas del régimen del 78. Es legítimo, pero entonces es mejor que no luzca el republicanismo de pancarta en las manifestaciones del Primero de Mayo ni demás reminiscencias de la izquierda sociológica. Y el mismo ejercicio de congruencia debería endosársele a Podemos: ¿hasta cuándo aguantará un desplante tras otro? Ser el socio menor de una coalición no implica renunciar a tus postulados esenciales o que estos sean arrinconados por completo por el partido mayor. ¿O es que acaso todo es una mera retórica y lo importante es disfrutar del poder al precio que sea hasta que venga la siguiente cita con las urnas?

La opinión pública tiene criterio. La ciudadanía es madura y no le gusta que le tomen por tonta. Y el desencanto de la izquierda en la calle asoma con virulencia. Parapetarse en el miedo a Vox para luego dejar las cosas como están, sirve de pretexto por solo un tiempo. Al PSOE le valió electoralmente en los comicios generales de abril y autonómicos y locales de mayo de 2019. El temor a la ultraderecha activó el voto de la izquierda. Pero ese aliciente se mitiga cuando después Sánchez blinda al rey. El divorcio entre la sociedad y sus representantes públicos es notorio e irá a más. Hay ganas de cambio. Pero justo los que están en el poder lo frenan. Y aparece otra faceta más y distinta de las empleadas políticamente por el jefe de filas socialista para mayor indignación en las bases de Podemos. Si Iglesias calla, como con la inminente misión diplomática con destino a Rabat, lo pagará electoralmente. Si la izquierda se desnaturaliza, pierde fuelle social. Y si no que le pregunten a José Luis Rodríguez Zapatero a son de los recortes que perpetró en mayo de 2010: fue el principio del fin.

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