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Directo Vegueta se tiñe de blanco con la procesión de Las Mantillas

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Unos niños apedrean una guagua en una calle cualquiera de Las Palmas de Gran Canaria. Un hecho que podría pasar por aislado, una gamberrada de las tantas que cometimos de pequeños. Pero esto no es un cristal roto de un balonazo, como cuando jugábamos un partido en plena calle sorteando el ir y venir de los coches. La violencia social se está apoderando de la rutina. La violencia se ganó un lugar en nuestra forma de relacionarnos con los demás. Una manera normalizada y atávica de arreglar los problemas. Los tristes episodios son contados casi con normalidad y, aunque todos los aberramos, no hacemos nada para evitarlos.

Vivimos en una sociedad frustrada, en donde se envidia lo que no se tiene y no se valora lo propio. Esta decepción termina generando una actitud negativa y entonces aparece la violencia como desahogo. Buscar un chivo expiatorio para proyectar nuestros errores y sentimientos frustrados. Y esto se transmite de generación en generación. Más si te ha tocado vivir en suerte en un barrio estigmatizado.

El acoso escolar existe desde hace décadas, pero es una violencia que todavía no se erradica. El caso más preocupante es la actual violencia social. El episodio de estos jóvenes lanzando piedras a la guagua no es aislado. Tampoco el caso del adolescente que agredió a un camarero en Telde tras negarse a pagar la cuenta. Es más, ejemplifican el germen que se gesta en los centros escolares con chicos y chicas que amenazan a compañeros, profesores y padres, cómplices muchas veces del monstruo por inacción o consentimiento.

En las propias escuelas están los primeros casos de violencia con el bullying. El fin de la problemática está en cada uno, en las familias y en que se condenen los hechos en la justicia. Educar es la solución. Adoptar políticas globales inclusivas en lo social abarcando educación, salud, trabajo y sentido de futuro.

Prevenir con acciones concretas. Trabajar en la inclusión, y no solamente en las grandes ciudades. El clima social atómico e inseguro, las relaciones familiares con carencia de afecto y estabilidad, y el ambiente agresivo que caracterizan a nuestro mundo globalizado son difícilmente soportados en la adolescencia de estos chicos. La seguridad en las escuelas es un tema que debe garantizarse, y responsabilizar a todos los que están relacionados con la educación, los políticos, maestros, alumnos, padres, consejeros escolares, pedagogos, psicólogos, psiquiatras las asociaciones locales y otras organizaciones públicas o privadas. De lo contrario tendremos a más adolescentes delincuentes .

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