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Cuidados paliativos, sí; eutanasia, también

«Solo planteo que, con determinadas y estrictas condiciones, y en casos muy justificados, pueda ser una elección»

Miércoles, 10 de abril 2019, 08:00

Gaumet Florido

Es difícil no estremecerse ante el dramático caso de la enferma terminal María José Carrasco, que hace apenas unos días logró poner fin a su sufrimiento porque su marido, que ahora se expone a penas de cárcel, le ayudó a suicidarse. Su tragedia ha vuelto a abrir la caja de Pandora de un debate que va y viene, como el Guadiana, y que, a menudo, se discute en caliente, contaminado por la trifulca política, más efervescente ahora que nunca dadas las inminencias electorales.

Pero no, no debe ser así. No debe ser esta una bandera para la batalla partidista, ni a favor ni en contra. Ni tampoco es de recibo que tengamos que asistir a suicidios televisados como el de esta mujer para poner el foco en una reivindicación social que cada vez exige más atención. No es justo que a su drama particular tenga que sumarle una inmolación pública para así sensibilizar y crear conciencia. Dice poco y mal de esta sociedad que no escucha como debe una reclamación que, aunque discutible, enlaza de lleno con nuestra condición humana. Estamos, pues, ante un asunto sumamente delicado que puede y debe debatirse desde perspectivas muy diversas.

Y entre los innumerables posicionamientos que he escuchado estos días los había que parecían contraponer los cuidados paliativos a la eutanasia, como si fueran incompatibles, como si la apuesta por un tratamiento que permita afrontar con dignidad una enfermedad terminal choque con el deseo de adelantar su final de una paciente sentenciada a una muerte lenta y progresiva. No son lo mismo. Los cuidados paliativos no ayudan a morir. Al contrario, ayudan a vivir con cierta dignidad hasta el último suspiro, como bien defiende uno de sus promotores en España, el médico Marcos Gómez. Mientras que la eutanasia va un paso más allá y reconoce el derecho de una paciente a que le ayuden a acabar con su vida porque ya no la soporta, porque le supone una tortura física, como era el caso de María José Carrasco.

No son lo mismo. Y yo apuesto por ambos derechos. Porque no es de recibo que en España haya 75.000 enfermos cada año que mueren con un sufrimiento intenso y evitable con paliativos, como denuncia el doctor Gómez, y porque tampoco veo bien que nadie tenga que jugarse el tipo para ayudar a un paciente a decidir sobre su destino. Eso sí, defiendo una eutanasia regulada y muy justificada, para casos concretos, no una puerta abierta a la banalización del suicidio ni de la muerte. A menudo escucho colectivos sociales que eluden pronunciarse porque, dicen, la eutanasia «es algo personal». Pero en España no. En España no es una opción. Solo planteo que, con determinadas y estrictas condiciones, y en casos muy justificados, con todos los informes médicos que haga falta, pueda ser una elección.

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