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Nos hemos acostumbrado con una preocupante normalidad a la poca decencia en política y a la poca vergüenza de nuestros políticos. Sobre estas dos cosas podría hablar largo y tendido Vidina Espino, la que un día fue la encargada de acabar con los chiringuitos de Coalición Canaria, como ella mismo afirmó, y que ahora se tira de un barco hundido como Ciudadanos para entrar en uno de esos chiringuitos, ponerse un mojito y coger el sol plácidamente.
Vidina lleva tiempo haciendo méritos para que Clavijo la fichara, pues se había convertido en uno de los principales azotes del Gobierno con un mensaje sospechosamente similar al de los nacionalistas. Ahora, con un pasmoso cinismo, y como si no hubiera dicho nada malo de sus nuevos amigos, afirma que el de CC «es el único proyecto centrado en Canarias», porque como todos sabemos, Ángel Víctor Torres y Román Rodríguez están centrados en Burgos y parte de Valladolid, y continúa diciendo que se pasa a CC «como independiente». ¿En qué momento Vidina consideró oportuno pensar que los ciudadanos somos estúpidos?
Ella, junto a los otros dos que la acompañaron en esa vergonzosa rueda de prensa, sabe que si quiere seguir teniendo alguna posibilidad de cobrar de lo público tiene que buscarse un acomodo en un proyecto con posibilidades de coger poder. Eso que un día fue Ciudadanos ya es historia, y Coalición siempre busca hueco a los sedientos en el desierto.
En lo que no se ha parado a pensar Espino es que la credibilidad, al igual que el éxito, es efímera. Y ella ya la ha perdido por completo. Políticos nuevos con costumbres muy viejas. Qué pena.
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