
La cesta ya apesta
...y los gatos tocan el piano ·
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Demasiados ejemplos nos alertan de que la corrupción se ha elevado en España a categoría de forma de ser. No hay área social en la que no exista un grupo de «espabilados», como los llamaba el padre del socialismo de derechas. Evadir impuestos, trocear contratos al mínimo legal para no sacarlos a concurso, lonchear expedientes para que no se note que se le adjudican a esta o a aquella empresa amiga... O, incluso, como supimos no hace demasiado tiempo, crear grupos de empresas que se confabulan para repartirse las adjudicaciones públicas. Pero, seguramente, este modus vivendi nunca se ha sentido con tanto desparpajo como durante la pandemia y un caso -que lamentablemente no será aislado- es el de las mascarillas.
Lo que llama la atención del asunto es que, incluso en el momento más dramático, en un momento en el que no ya un grupo determinado, sino la humanidad se enfrentaba a un problema desconocido al que no sabía cómo responder para salvar vidas, había quien ideaba la forma de sacar tajada.
Dice el psicólogo cognitivo Michael Tomasello quees posible trazar la genealogía de la moral analizando el comportamiento de simios y niños y niñas. Y cree que a lo largo de la evolución los grupos (léase sociedad) han castigado a quienes no se avenían a ayudar y colaborar. Lo que no se pudo prever fue que la humanidad creciera hasta el punto de que perseguir a los granujas se hiciera imposible, de tan generalizados como están. Quizás sea ese el precio de que hemos pagado por no actuar de forma mucho más contundente ante la primera manzana podrida. Lo cierto es que, a estas alturas, la cesta ya apesta, como empieza a vislumbrar la fiscalía de la Unión Europea.
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