Borrar
Urgente Lotería Nacional en directo: premios y resultados del Sorteo Extraordinario del Día de la Constitución 2025
Exposición de fotos carnavaleras en Santa Catalina. Juan Carlos Alonso

El Carnaval grancanario en los libros

Crónica ·

De los tiempos de antaño también recuerda alguna anécdota jugosa el que fuera cronista oficial de la ciudad, Luis García de Vegueta

Lunes, 15 de febrero 2021, 08:47

Comenta

El Carnaval, que cada año, como ha ocurrido siglo tras siglo, llega y transforma por unos días la esencia y el rostro de la ciudad, de sus habitantes, que, por unos días, con los sentimientos a flor de piel, viven una fiesta muy propia, convertida en auténtica pasión vital, no ha podido dejar de ser fuente de inspiración para muy diversos escritores y cronistas a través de toda la historia de Las Palmas de Gran Canaria. Unas referencias que, en este año tan atípico para esta celebración, pues debe de vivirse casi en la intimidad, pueden reforzar la esperanza de nuevas ediciones, tan o más brillantes como las que ya pueblan cinco siglos de historia del Carnaval en Gran Canaria.

Así, el escritor y periodista Orlando Hernández Martín, en su extenso libro 'El Carnaval de Gran Canaria', sitúa los orígenes locales de esta celebración en las últimas décadas del siglo XVI, cuando vecinos oriundos de Italia, como la familia del primer gran poeta isleño, Bartolomé Cairasco de Figueroa, ya había importado el gusto por celebrar 'bailes de máscaras', que llamaron mucho la atención, incluida la del Santo Oficio, siempre tan celoso en su labor de vigilancia, de la que nos dice: «Baile de máscaras, de disfraces, con reyerta incluida, en la que uno de los contendientes huye nada menos que hacia la finca paterna de Teror, como para más misterio y magia de nuestro Carnaval. (...) Fue la primera noche (1574) de un Carnaval con memoria para siempre, mientras en la monacal Vegueta, las serpientes de los disfraces parecían retazos de estrellas, perdiéndose entre la salmuera gloriosa de las callejuelas. El Carnaval había nacido para siempre en la Gran Canaria».

Domingo J. Navarro, en las páginas de sus 'Recuerdos de un noventón', a sus ya largos noventa y dos años, rememoraba, con referencia a tiempos que se remontaban al siglo XVIII y quizá antes, como «Nuestros progenitores esperaban siempre ansiosos la temporada del carnaval, y la prolongaban lo más que podían. Estas diversiones comenzaban la noche del día de Concepción y se iniciaban con comparsas de escogidos disfraces que visitaban las tertulias, donde reinaba la broma y bailaban con los tertuliantes A pesar de la careta. (...) Tan loable costumbre de general fraternidad, era necesario desahogo de una población que carecía de teatros, casinos, bailes públicos, calles alumbradas, paseos etc., donde esparcir su ánimo. (...) A las doce de la noche del martes, toda la población quedaba en sepulcral silencio. La Inquisición vigilaba».

Orlando Hernández sitúa los orígenes locales de esta celebración en las últimas décadas del XVI

Durante siglos las celebraciones del Carnaval estuvieron en el punto de mira del Tribunal de la Inquisición, como rigurosos guardianes de la moralidad pública y del Estado, pero que, en todo caso, eran un contrapunto previo a los días y celebraciones de la Cuaresma. Por ello, en el libro 'Crónicas y estampas de la Semana Santa laspalmeña, al hablar de 'Carnaval y Cuaresma, ayer y hoy', resalto como «La literatura costumbrista, y también otras que, sin quererlo, ni darse cuenta de ello, se vieron influidas por las escenas más tradicionales de la vida pública española a lo largo de los siglos, han contribuido a divulgar una imagen estereotipada, un ambiente que, por mucho que nos deleite rememorarlo, ya no se corresponde a la realidad de los hechos actuales, donde carnaval y cuaresma, al contrario que en siglos anteriores, caminan desvinculados, sin tener en cuenta que su existencia residía y se explicaba en su antagonismo…»

Tampoco los primeros periódicos de la ciudad dudaron en dejar constancia en sus páginas de las celebraciones carnavaleras, como fue el caso del inolvidable 'El Ómnibus' que, en una crónica firmada por José de Villasante, y publicada el 2 de febrero de 1856, señalaba a estas fiestas como «necesidad auténtica» de la sociedad insular. Ya a comienzos del siglo XX, la prensa –como la revista 'Canarias Turista' - daba cuenta del concurso infantil de disfraces que organizaba la Sociedad de Fomento y Turismo, y en el que obtuvieron premios, entre otros, la niña Lolita Martín Fernández de la Torre, que vestía de «reina egipcia», y el niño Luisito García Díaz, que lo hacía de 'canónigo'. También fueron muy jugosas y seguidas las crónicas en la prensa local que, bajo el seudónimo de 'Gil Tellez', publicó Eduardo Benítez Inglott, en las que se refería al Carnaval de la ciudad en otros tiempos, como buscando las raíces de las celebraciones que habían llegado hasta sus días. El 18 de febrero de 1935 el periódico 'Hoy', en un artículo-editorial destacaba que las «…ventajas de la organización de festivales por el Ayuntamiento las ponen de resalto los resultados obtenidos con el Carnaval. ¡Qué diferencia entre las carnestolendas de 1935 y las de años anteriores en que no se confeccionó un programa oficial! Hogaño concursos de máscaras, rondallas y estudiantinas, bailes al aire libre y en locales cerrados, festival infantil, batallas de serpentinas, confetis y bolas de nieve, desfile lucido de muchas y artísticas carrozas, animación desbordada por las vías urbanas principales, que también alcanzaba a las zonas de los barrios populares. Esta es la obra, el milagro de la organización de los festejos».

Durante siglos las celebraciones estuvieron en el punto de mira del Tribunal de la Inquisición

Del ambiente más íntimo y propio del Carnaval en aquellas primeras décadas del Siglo XX, se pueden encontrar un bello y gracioso testimonio en las páginas del libro 'Versos y Estampas', publicado por Josefina de la Torre en 1927, que recoge como «Cuando el carnaval se acercaba, todos vivíamos en un continuo repasar los días: uno, dos, tres, cuatro, hasta el día señalado. Nos hablábamos en silencio, misteriosamente. Ya en la víspera, nos mirábamos temblorosos, deseando gritar, dar saltos, pero recogidos en el deseo. Nos acostaban muy temprano, después de preparar el disfraz en una silla, y nos dormíamos muy tarde, con un sueño agitado, lleno de saltos de carnaval».

De los tiempos de antaño también recuerda alguna anécdota jugosa el que fuera cronista oficial de la ciudad, Luis García de Vegueta, que en su libro 'Nuestra ciudad', refiere como «En un lugar de Vegueta de cuyo nombre sí queremos acordarnos, la calle de los Reyes, al filo de la catedral, surgió una agrupación lírica quizá sin precedentes –ni poscedentes- en la historia del país. La idea nació del caletre de maestro Antonino, una especie de latonero con ribetes de albeador que había vuelto de Cuba con menos dinero que a la marcha (5 pesos contra 80 duros y un gallo inglés). Maestro Antonino tenía una vocación secreta, la música, y para ejercerla se le ocurrió fundar una orquesta o rondalla que habría de presentarse al público en los próximos carnavales».

Sería imposible recopilar todos y cada uno de los escritores, cronistas, poetas, historiadores o periodistas insulares que tuvieron al Carnaval como fuente de inspiración o de curiosidad para sus diversas y diferentes páginas, pero si vale la pena concluir mencionando de nuevo el libro que hoy constituye el más completo y amplio recorrido por la historia y el carácter de estas fiestas en Las Palmas de Gran Canaria, sin olvidar referencias a otras localidades de la isla, el libro 'El Carnaval de Gran Canaria, 1574-1988', del periodista y autor teatral Orlando Hernández, que también escribió, y presentó en el Teatro Pérez Galdós, una divertida pieza titulada 'Comedia del Carnaval y la Buena Fortuna', libro que su prologuista, el profesor y escritor Antonio de la Nuez Caballero, señala como «una aportación insustituible a nuestro acervo cultural más popular y auténtico»; o el referido al Carnaval actual, 'Cuatro décadas de Carnaval en Las Palmas de Gran Canaria', de José Febles Felipe, uno de sus testigos más privilegiados, que recoge la historia, anécdotas y recuerdos de la fiesta más popular y participativa desde su reinicio en 1976, declarada de interés turístico nacional. En este tiempo de Carnaval volvamos también a él a través de los libros.

Juan José Laforet. Cronista oficial de Las Palmas de Gran Canaria

Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

canarias7 El Carnaval grancanario en los libros

El Carnaval grancanario en los libros