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Canarias y el referéndum de la OTAN

Jueves, 1 de enero 1970

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El líder del PP, Pablo Casado, en su reciente visita a las Islas ha planteado algunas propuestas más que polémicas. Una, la de pretender que Canarias se convierta en un paraíso fiscal (lo que tiene cierta retranca tras lo que le sucedió a un exministro canario de su partido no hace tanto tiempo), algo que se sitúa, no solo fuera de la legalidad, sino, sobre todo, fuera de cualquier componente ético. Hace apenas dos años, expertos de Naciones Unidas exhortaron a los gobiernos «a actuar en concierto y a establecer un órgano de la ONU para eliminar el secreto, el fraude y la evasión fiscal que se lleva a cabo en esos lugares». Parece lo razonable y no defender la ampliación de la nómina de estos.

La otra, que el archipiélago sea sede del Africom, a quien presentó señalando que «aportaría seguridad para combatir la inmigración irregular». No se trata del mando de la OTAN para África, sino del Mando Combatiente Unificado del Departamento de Defensa de Estados Unidos, el responsable de sus operaciones militares en el cercano continente. Lo que no encaja mucho con el texto estatutario, que incluye en su renovado articulado «la promoción de Canarias como plataforma de paz y solidaridad». Ni, tampoco, con el hecho de que fuera una de las pocas comunidades -junto a Cataluña, País Vasco y Navarra- que votaron no en el referéndum sobre la permanencia en la OTAN convocado por Felipe González y que se celebró el 12 de marzo de 1986. Además de ser una tierra que siempre ha mostrado una vocación de neutralidad. Desconozco si Casado se ha leído el texto estatutario y si sabe cómo se comportó el Archipiélago en aquella consulta de la segunda mitad de los ochenta.

Canarias fue, junto con Navarra, la única comunidad socialista -en ese momento el Gobierno canario lo presidía Jerónimo Saavedra, en el denominado pacto de progreso que mantenían los socialistas con otras pequeñas formaciones de izquierdas-, que dio calabazas a las propuestas atlantistas del PSOE que, muy poco tiempo antes, había abanderado aquello de OTAN: de entrada, no.

Razones múltiples. Las razones del no canario fueron múltiples. Estos días he visto como algunos periodistas lo achacan al trabajo desarrollado por las plataformas pacifistas y contra la OTAN. Y, aunque creo que desempeñaron un significativo papel movilizador y generador de conciencia pacifista, fueron una pieza más de un amplio movimiento con distintos protagonistas.

Cierto es que los Comités Anti-OTAN y la Comisión Ciudadana por la Paz y el Desarme, estuvieron varios años en las calles del Archipiélago demandando el referéndum y/o solicitando el rechazo frontal a la participación de Canarias en ningún bloque militar. En la Comisión Ciudadana por la Paz estaban personas como Alicia Martín Fernández, Paco Morote, Faustino García Márquez, Elisa Rodríguez Court, José Quevedo, José Fernández o Herminia Fajardo. En los Comités Anti-OTAN, Víctor Caro, Tony Murphy, Nicolás Díaz Benítez, Silvia Rodríguez Court, Pepe Navarro, Melchor Núñez –autor del libro La neutralidad de Canarias- o Fermín Delgado.

En mi libro La Unión del Pueblo Canario. Luces y sombras del nacionalismo autodeterminista canario de los años 70/80, editado por la Fundación Canaria Tamaimos, dedico un capítulo a lo que supuso la lucha contra la OTAN y la militarización del Archipiélago, donde la UPC jugó, si duda, un papel muy relevante. No solo por el permanente trabajo desarrollado por su diputado Fernando Sagaseta en las Cortes, sino porque desde sus orígenes denunció los intentos de vincular al Estado español a la OTAN y las consecuencias que ello podría traer a Canarias, oponiéndose a la construcción de la superbase militar de Arinaga y los distintos proyectos de militarización del Archipiélago. Asegurando, asimismo, que, de realizarse la consulta que reclamaban, el resultado en Canarias sería de un claro rechazo a la OTAN.

transición. Como bien señala Pablo Socorro Arencibia, en La última batalla de la Transición: las organizaciones del movimiento anti-OTAN hay una primera fase, entre 1978 y 1981, cuyo eje es la lucha contra la instalación de una base militar en Arinaga y una segunda, entre el 81 y el 86, en la que se centra la actividad en el rechazo a la OTAN, en coordinación con organizaciones estatales, aunque manteniendo especificidades propias de las Islas. Recuerda, además, el antecedente que supuso la lucha por la salida de las fuerzas de la Legión de Fuerteventura, protagonizada en gran parte por Asamblea Majorera. En esas batallas juegan un papel muy relevante la UPC, Asamblea de Vecinos, Asamblea Majorera y un PCE con menos poder institucional y movilizador.

Los intentos de construcción de una superbase en Arinaga, los efectos de la descolonización del Sahara y la llegada de la Legión a Fuerteventura -cuyos miembros protagonizaron numerosos y graves incidentes- o el proyecto de instalaciones militares en la isla de El Hierro, así como el avance del movimiento de objeción de conciencia, fueron catalizadores del pacifismo canario de los años setenta y ochenta del pasado siglo.

Un movimiento que vivió numerosos hitos relevantes: la constitución en Arinaga, en el verano del 79, de la Comisión Ciudadana pro-Neutralidad de Canarias, las marchas a Los Picachos (en Arucas, Gran Canaria) y contra el uso militar del aeropuerto de Los Rodeos, las masivas movilizaciones en distintas islas, la acampada en Tefía (Fuerteventura) de Semana Santa de 1985 o, a finales de ese mismo año, la huelga de hambre que protagonizan activistas de los Comités Anti-OTAN en la Iglesia de los Dolores, en el barrio de Schamann de Las Palmas de Gran Canaria, así como otra paralela en el Colegio de Licenciados, en La Laguna.

La oposición a las propuestas de militarización aglutinó a muy variadas gentes de izquierdas: nacionalistas, comunistas o cristianos. A sindicalistas e integrantes del movimiento feminista. A personas del mundo de la cultura, como Agustín Millares, Félix Casanova de Ayala o Pedro Lezcano. Con la UPC en la vanguardia, aunque la organización se disolvería unos años antes del referéndum.

Papel de la iglesia.En mi opinión, además, en las islas orientales jugó un papel fundamental una Iglesia progresista y muy activa socialmente. El socialista Anastasio Travieso lo tuvo muy claro y, una vez finalizado el recuerdo aquella noche del 12 de marzo de 1986, declaró que la culpa de la derrota de las tesis socialistas «es de la Iglesia», olvidando, tal vez, que ellos también habían estimulado, cuando estaban en la oposición, el rechazo al atlantismo, que utilizaron además como cebo electoral en la victoria del 82. Jerónimo Saavedra, más prudente, lo atribuyó al voto del miedo. Lo cierto es que Canarias, sujeta tantas veces a las olas electorales estatales, en aquella ocasión se saltó claramente el guion establecido.

Gran Canaria, determinante. El no resultó mayoritario en el conjunto de Canarias, pero hubo algunas diferencias entre los distintos territorios. El rechazo a la OTAN triunfó en Gran Canaria, Lanzarote, Fuerteventura y El Hierro. Y el apoyo a las tesis felipistas en Tenerife, La Palma y La Gomera. Esta última por la fortaleza socialista. La distancia en casi 46.000 votos a favor del no en Gran Canaria (con más de un 59% de votos contra la OTAN) fue determinante para inclinar claramente el resultado global del Archipiélago: 241.448 papeletas afirmativas y 280.421. Es decir, casi siete puntos porcentuales de diferencia, que expresaron su rechazo a la propuesta planteada por el Gobierno del PSOE de permanecer en la Alianza bajo determinadas condiciones: la no incorporación de España a la estructura militar, la prohibición de armas nucleares y la progresiva reducción de la presencia militar de Estados Unidos.

El mayor porcentaje de papeletas negativas se dio en Fuerteventura (64,77%), seguida de El Hierro (61.6%) y Gran Canaria (59,4%). La isla que más apoyó la continuidad en la Alianza fue La Gomera, con un 57,66%, por delante de La Palma y Tenerife. Hubo 6.872 votos nulos en el conjunto de la Comunidad y 26.254 en blanco, con una abstención del 44,6%., siete puntos más que en el referéndum del 6 de diciembre de 1978 sobre la Constitución. Pero, eso sí, más baja que la de la consulta sobre el Tratado para el establecimiento de una Constitución Europea, de febrero de 2005, en la que la abstención alcanzó el 63,47% del cuerpo electoral.

Si analizamos el resultado en los ámbitos municipales, en Santa Lucía de Tirajana el no superó el 80%, siendo otros destacados en el rechazo a la Alianza Valsequillo (74,54%), San Mateo (72,55%), Agüimes (72,5%) e Ingenio (71,45%), pese al enorme peso histórico de los socialistas en este último municipio.

También Tejeda (68,82%), Puerto del Rosario (66,69%), Pájara (66,52%) y Telde (64,9%) fueron contundentes en el repudio a la Alianza Atlántica y a la militarización del Archipiélago.

En las occidentales, el mayor rechazo a la OTAN se dio en Valle Gran Rey (70,93%) y El Sauzal (64,59%), con resultados también contrarios a la permanencia en la Alianza en Santa Cruz de Tenerife, La Laguna, La Orotava, San Andrés y Sauces, Tegueste o Tazacorte. En los dos municipios herreños de entonces, Frontera y Valverde, también triunfó el no.

Por el contrario, los municipios más favorables a la permanencia en la Alianza Atlántica fueron, en aquella ocasión, Tijarafe, con un 79,14% de votos sí, seguido de Vallehermoso (70,59%), Arico (70,5%) y Haría (68,83%). También reflejaron datos elevados de apoyo Los Silos (65,57%), El Tanque (63,45%), Alajeró (62,81%) y Adeje (61,3%).

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