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Calentamiento juvenil

Jueves, 1 de enero 1970

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Los científicos calculan que la temperatura del planeta Tierra no debe subir más de un grado y medio en los próximos cien años. Pero al ritmo que va la marcha, esa frontera se cruzará en una década. Hace poco más de tres años, los Gobiernos del mundo se fijaron unos compromisos que no han servido de nada, como el de reducir en un 45% las emisiones de gases de efecto invernadero antes de 2030, un condición necesaria para frenar el calentamiento.

Las grandes corporaciones que mueven los hilos de Donald Trump rompieron aquellos acuerdos de París sin despeinarse. Ese golpe ha facilitado la coartada a otras grandes potencias, sometidos sus gobernantes al imperio de los combustibles fósiles. Los políticos (partidos enteros, no sólo sus líderes) se pasan por el forro de sus financiadores los avisos de la ciencia. La necesidad de apagar las emisiones antes de 2050 resulta imposible de alcanzar con la dinámica vigente. Fíjense en la campaña electoral en curso en España.

Jóvenes de medio mundo ha encontrado en este laberinto una causa por lo que manifestarse los viernes por la mañana. Tienen motivos para estar preocupados, porque las generaciones anteriores alardean de su desprecio a la naturaleza.

Los recientes cambios tecnológicos reforzaron la educación en el adocenamiento. La devaluación social posterior abona las preguntas en las inquietas mentes juveniles. Los expertos advierten de que se necesitan cambios «rápidos» y de «gran alcance» en la electricidad, la agricultura, las ciudades, el transporte o la industria, pero aquí cuesta décadas entender para qué sirve un carril bici. La rebelión juvenil ya no pretende cambiar el mundo; simplemente exigen que dejen de joderlo. Por favor, no pisen las flores.

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