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Ni los más entendidos politólogos consiguen dar una explicación clara de lo que sucede en Afganistán. Estados unidos y sus aliados llevan veinte años y miles de millones de dólares, euros y libras tratando de pacificar un país que en 2001 estaba entonces en manos de los talibanes, aunque en realidad se trataba de dar una respuesta contundente al país donde supuestamente (o realmente) se ocultaba Bin Laden, autor intelectual del atentado a las Torres Gemelas. Se sabía no sería coser y cantar, dados los antecedentes históricos de todas las potencias que trataron de dominar colonialmente o de otras formas encubiertas al territorio afgano.

Lo que entonces se llamo Operación Libertad Duradera se orquestó precipitadamente, pue a primeros de octubre, menos de un mes, ya había tropas norteamericanas den el territorio, aparte de las misiones aéreas y la artillería a larga distancia de la flota que navegaba por el Golfo Pérsico. Poco a poco se fueron incorporando otros países, entre ellos España, en operaciones que llamaron de muchas formas para no dar a entender que aquello era una guerra convencional de las de toda la vida. Es obvio que el peso lo llevaba el Pentágono y la Casa Blanca directamente (todos recordamos la imagen de Obama y Hillary Clinton viendo por televisión directa cómo cazaban a Bin Laden en Paquistán).

El cansancio de una guerra agotadora y le ineptitud de los gobiernos que Occidente al imponer una pseudodemocracia que no se creían ni ellos, unido a la inestabilidad política generada por los señores de la guerra de la zona norte del país, hicieron que se dieran dos pasos hacia a delante y poco después se volvía al punto cero. Todo esto, revuelto con la vecina guerra de Siria, el Quilombo en que se ha convertido Libia, Pakistán que no se aclara e Israel echando leña al fuego con los inhumanos bombardeos a la franja de Gaza, creaba un tablero complejo, con Irak convertido en un estado fallido e Irán jugando a la guerra nuclear. Oriente Medio ha sido y es un avispero que nadie sabe a dónde va.

Los que sí sacan beneficios son los fabricantes de armas de toda índole, porque es terrible que en distintos países (también pasa en Sudán, en Yemen o en Mali) no haya dinero para medicinas, vacunas y a veces para comer, pero las distintas facciones disponen de un sofisticado armamento que alguien les vende. Para eso sí hay dinero, o hipotecas futuras, que esta vez en Afganistán no se van a cumplir. O sí, porque el país está abocado a una nueva guerra civil, o la misma, porque ya en el norte anuncian que tratarán de reconquistar Kabul. Eso es más dinero para los fabricantes y vendedores de armas, que no son solo los pérfidos halcones norteamericanos; todos los países industrializados de Occidente fabrican y venden material militar, España también.

Así las cosas, no me creo que los observadores militares y los servicios de inteligencia no supieran hace meses, tal vez años, que era una guerra perdida. La torpeza con que sen hecho las cosas da idea de en manos de quiénes estamos. Primero retiran las tropas y luego quieren evacuar al personal civil y diplomático y a los colaboradores (traductores) con los estados de Accidente personados allí fusil en mano. Si ya sabía qué iba a pasar, se evacúa a los civiles haciendo valer a las trapas, pero lo han hecho al revés. Un error de principiante. ¿Cómo se va a canalizar el caos del aeropuerto de Kabul con una escasísima fuerza militar norteamericana? Es de locos y de tontos.

Y no me queda claro qué papel está jugando España, aunque desde luego estoy a favor de evitar la muerte de esas personas con la evacuación. Dicen que esta manera de actuar enterrará en vida la presidencia de Biden. Poco me importa, pero a ver quién detiene el fanatismo talibán, con todo el que no siga su delirante aplicación de El Corán y especialmente con las mujeres, algo que, hace unos años, nunca imaginamos que pasaría.

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