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Arrieros somos

«‘Barranco abajo’, de Yeray Rodríguez, lejos de caer en el tópico del intimismo es una proclama a la universalidad»

Martes, 21 de julio 2020, 21:23

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La obra Barranco abajo, escrita por el verseador, repentista y profesor Yeray Rodríguez, clausuró en el teatro Pérez Galdós el ciclo Música y Literatura, promovido por la Fundación Auditorio y Teatro. Digno remate para una encomiable iniciativa.

El buen hacer literario, como acostumbra Yeray Rodríguez, valiéndose de la tradición oral, como pocos saben hacer en estos momentos en las islas, acompañado con música popular, donde no faltó el sobrecogedor Rancho de Ánimas, y una puesta en escena mágica, bajo la dirección del siempre sorprendente Mario Vega, hicieron realidad un espectáculo conmovedor, de desbordante belleza plástica, que nos llevó al interior de nuestras islas y, en paralelo, al interior de todos nosotros; pues no en vano, pareciendo un paseo costumbrista, lo que en el escenario se representó fue un retrato de nosotros, los isleños, pueblo emigrante, perseguidor de la esperanza, aquí, allá, en la costa, en el otro lado del mar y, demasiadas veces, lejos de nuestro cielo. Y es que arrieros somos.

Barranco abajo tiene como hilo conductor la emigración interior, y lo hace sobre un escenario que es un cuadro cargado de poesía y gran fuerza visual, mostrándonos otra manera de ver y escuchar nuestro folklore, tan dado a la fotografía congelada. Es el ayer, en el hoy más pujante, removiendo sentimientos que vienen de atrás y permanecen. Es una reivindicación de lo nuestro sin pudores, una llamada a no sucumbir a la uniformización, a ese empeño de querernos hacer a todos iguales en la mentalidad, que no en lo económico.

Y es que, aunque los propagandistas de la uniformización pretendan hacernos creer que la homogeneidad es el triunfo de lo racional, aunque hayan provocado la emigración de las gentes del interior hacia la costa y dejado en los campos a la población envejecida, condenándola casi al olvido, lo que Yeray Rodríguez, esta vez también como actor, consigue demostrar sobre el escenario es que en la diversidad está la riqueza, que lo simbólico, lo personal y lo colectivo aún perduran en estas tierras y, no solo eso, sino que, además, el interior es un hermoso patrimonio que, por fortuna, aún conservamos y uno de los pilares fundamentales que todavía poseemos para saber quiénes somos y no sucumbir en el desarraigo.

Barranco abajo, por su condición de espectáculo coral, valiéndose de las mejores maneras de las artes escénicas, lejos de caer en el tópico del intimismo es una proclama a la universalidad; pero también, siguiendo la estela de lo recogido en el Manifiesto de El Hierro, elaborado por poetas, artistas e intelectuales canarios allá por 1976, deja claro que frente a la pretensión del cosmopolitismo cabe la supervivencia de la raíz popular, que lejos de promover el aislamiento aboga por la solidaridad continental. Barranco abajo nos pone ante el espejo.

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