Dos apuntes para cerrar la semana
Del director ·
EE UU presume de democracia y es un país enfermoUn país enfermo. Una cosa es que en la carta constitucional de Estados Unidos se recoja el derecho a portar armas, fruto de unas circunstancias históricas muy concretas -ancladas en el proceso de independencia de la corona británica-, y otra que en pleno siglo XXI no haya manera de poner coto a la venta prácticamente sin traba alguna de armamento automático casi a cualquiera. Y no solo la distribución 'con alegría', sino esa cultura de disparar primero y preguntar después que se ha ido consolidando como parte de la esencia estadounidense. De esos polvos vienen los lodos de lo acontecido esta semana en un municipio de Texas. Como señaló un entrenador de la NBA, ya está bien de reducirlo todo a minutos de silencio, mensajes de solidaridad a las familias de las víctimas y llanto generalizado... Eso está bien pero no garantiza poner coto al furor por las armas y la facilidad para repetir masacres como la del colegio de esta semana. En varias ocasiones he señalado que no esperaba demasiado de la valentía de Biden para enderezar ciertos asuntos y creo que este es uno de ellos: le hemos visto compungido pero no hay noticias de un impulso legislativo concreto. Así, el país seguirá enfermo y la que presume de ser la democracia más poderosa del planeta será en gran medida un país con una podredumbre interna con anclaje constitucional. Casi nada.
Sánchez y Díaz.
El presidente y la vicepresidenta segunda tratan de dar imagen de unidad después de los muchos platos rotos entre socialistas y Unidas Podemos en las últimas semanas. Unos platos que se han estrellado incluso en la mesa del Consejo de Ministros, con lo que eso supone de gravedad, pues coloca al Ejecutivo como un matrimonio de conveniencia con el difícil reto de sacar adelante un país que no ha terminado de salir de la crisis por la pandemia y se ve inmersa en otra por las tensiones inflacionistas derivadas del encarecimiento de la energía, más los estragos derivados de la guerra en Ucrania. Sánchez y Yolanda Díaz son sabedores -o eso parece- de que su destino va unido y que si la vicepresidenta no consigue ser líder de lo que quede de Unidas Podemos, difícilmente ese bloque crecerá en las urnas. Díaz, por su parte, lo intenta pero las zancadillas de sus teóricas compañeras de Podemos son demasiadas. Y con Sánchez empieza a extenderse la sensación en las filas socialistas de que ya no es un activo, sino más bien un apunte en el pasivo. ¿Se romperá el Gobierno? Pues, por todo lo anterior, parece que no.