¿Peligra nuestra democracia?
Anibal Santana
Economista
Lunes, 8 de abril 2024, 22:55
Desde su instauración en Atenas muchos siglos atrás, la democracia representativa, o liberal, como quiera llamarse vigente en esta época, ha estado rodeada de enemigos ... que de una forma u otra intentan su desaparición a través de gobernantes fuertes sin contrapesos que limiten su poder. Unos lo intentan de forma violenta a través de golpes de estado, de los que España ha tenido demasiados entre los 'exitosos' y los fallidos; muchos de ellos muy sangrientos como fue por ahora, y esperemos que el último, el del 36 del siglo pasado que tuvo como consecuencia una sangrienta guerra civil de 3 años de duración y que dejó decenas de miles de muertos y una represión de más de 40 años. Tampoco debemos olvidarnos del conato de golpe que sufrimos en febrero de 1981, afortunadamente abortado sin más problemas que el mayúsculo susto que sufrió la nación. Otros la atacan de forma sibilina como, por ejemplo, ocurrió con el nazismo en Alemania y el fascismo en Italia que, cuales caballos de Troya, entraron en los parlamentos, mediante los votos obtenidos, y no nos olvidemos de que, con la anuencia de los partidos tradicionales, para una vez dentro, acabar con el sistema democrático e instaurar la dictadura. Y más recientemente los casos de Hungría y Polonia, que llevan esa dirección, aunque afortunadamente esta última ha podido cambiar el rumbo gracias a la grandeza de la democracia.
Estos son sin duda los enemigos más visibles, pero ocurre que hay otros que considerándose demócratas, conscientes o no, con sus actitudes, la ponen en peligro y lo hacen a través de declaraciones y actuaciones en las que hacen dudar de su esencia, como es por ejemplo deslegitimando, mediante artimañas, la renovación de órganos institucionales como por ejemplo en España el Consejo del Poder Judicial, o más grave, poniendo en duda la imparcialidad del Tribunal Constitucional cuando sus decisiones no se ajustan a sus intereses y, lo que sí se puede considerar aún más grave acusando a un gobierno surgido de unas elecciones sin la menor tacha, de ilegitimo, o inconstitucional.
Resulta interesante acudir a un ensayo de dos profesores de la Universidad de Harvard: S. Leviitsky y D. Ziblat: 'Cómo Mueren las democracias', en el que, en la introducción a la segunda edición en español del año 2018 y aunque se refieren a Estados Unidos, parecen que estaban previendo lo que iba a pasar y está pasando en España: «Los políticos estadounidenses actuales tratan a sus adversarios como enemigos, intimidan a la prensa libre y amenazan con impugnar los resultados electorales. Intentan debilitar las defensas institucionales de la democracia, incluidos los tribunales». Para más adelante señalar: «En la actualidad, el retroceso democrático empieza en las urnas». Y el resultado en ese país ya lo tuvieron con la elección de Trump y las consecuencias que ha tenido para las democracias occidentales con el ascenso de la ultraderecha.
En mi opinión, nuestro país está entrando de lleno en lo que señalan los citados profesores en el párrafo anterior, no hace falta más que asistir a los últimos debates parlamentarios para observar cómo, en lugar de contrastar las medidas que afectan al electorado español como el problema de la vivienda, el paro, la educación, el incremento de la desigualdad, la financiación de la autonomías y un largo etcétera, se enzarzan en una pelea barriobajera en la que impera el tú más, llegando al colmo de la descalificación al meter en esa discusión a las esposas de los dirigentes de los principales partidos.
Ese fango político en el que están chapoteando nuestros representantes conduce de una parte a la creciente desilusión y desinterés de la población por la política, que se traduce en el bajo nivel de participación; es muy preocupante la actitud de nuestros jóvenes, que en los últimos estudios demuestran en un alto porcentaje su poco interés por la democracia, llegando incluso a señalar que en algunas circunstancias un gobierno autoritario es preferible a uno democrático, o en que les da igual una forma de gobierno que otra. Estas actitudes deberían encender todas las luces rojas para intentar revertir tal situación, en lugar de estar tirándose los trapos sucios a la cara. Y, por supuesto, no crear las condiciones en la que es fácil la aparición de los presuntos salvadores de la patria, que, con mensajes simples que calan en el pueblo anuncian que tienen la solución a problemas muy complejos como los actuales. El ejemplo más palmario fue el de Trump, que proponía hacer a Estados Unidos de nuevo más grande, y ya sabemos cómo terminó, con el intento de un golpe de estado con el asalto al Congreso.
En este contexto no deja de sorprender las declaraciones del señor Feijoo, manifestando: «la clase política es la peor de los últimos 45 años», al oír estas manifestaciones, me pregunto si es así qué soluciones propone para resolver tan grave problema. Que yo sepa mantener la convocatoria de dos comisiones de investigación sobre el caso de las mascarillas, donde, más que intentar saber con claridad lo que ha ocurrido, estoy seguro de que se seguirá aún más, si es posible, embarrando el debate.
No pretendo ser catastrofista, pero creo que después de las citadas declaraciones del líder del principal partido de la oposición, lo que se precisa es una comisión de todos los partidos del arco constitucional, en la que el principal y único tema sea la regeneración del debate político, en el que los temas a tratar sean los que verdaderamente interesan a los votantes de esos partidos y de los que enumeré en un párrafo anterior, de lo contrario me temo que el incremento del deterioro democrático nos conduzca a escenarios nada agradables. Lo estamos observando en Europa donde el creciente aumento de la ultraderecha ya es importante en la mayoría de los países, desde los nórdicos hasta Grecia. El último bastión que mantenía a raya este ascenso, Portugal, acaba de ceder.
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