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Tan vertiginosamente se suceden las jornadas políticas en Londres que es fácil perderse en el laberinto de la salida británica con respecto a la Unión Europea. Ahora bien, es un claro ejemplo del devenir de los tiempos. El brexit confirma que lo identitario (nación frente a globalidad) está ganando importancia al eje clásico ideológico de izquierda y derecha. Prueba de ello es que entre los propios votantes laboristas muchos optaron por desconectar con Bruselas. Por lo que estamos ante una cuestión transversal que sacude los parámetros tradicionales del sistema de partidos.

Por otro lado, basta ya del argumento recurrente de pedir un segundo referéndum. Ya hubo uno y quedó claro el resultado. Es habitual entre los líderes europeos y de nuestro país las referencias al uso sobre si hubiera una segunda oportunidad, que seguramente, dicen ellos, el pueblo votaría lo contrario. Lo que denota una especie de superioridad de élite que no casa con el sentimiento y pulso social. Además, si fuese así, ¿para qué entonces se hizo la primera cita con las urnas? Si era para que saliera aquello que la Unión Europea esperaba, pues mejor era ahorrarse el ejercicio. Toda una prueba de cinismo.

Así las cosas, el proyecto comunitario no es irreversible. El brexit confirma que el euroescepticismo o eurofobia existen y van a más en el Viejo Continente. Y por parte de Gran Bretaña antes o después recuperarán la normalidad y sabrán progresar por su propio camino sin necesidad de estar asistidos por los tecnócratas de Bruselas y su enorme burocracia que no enlaza con la soberanía nacional y el modelo de democracia estatal mucho más manejable por la ciudadanía. Bruselas es y seguirá siendo algo políticamente lejano.

¿Cómo afectará a la economía canaria? En breve lo sabremos. O, mejor dicho, en las previsiones para 2020. El turismo y el sector tomatero lo sentirán. Pero el retroceso no lo explica todo. Porque la realidad es que, por otro lado, están aflorando destinos turísticos emergentes que son competidores directos de Canarias cuando hay seguridad en el norte de África y demás. Y con respecto al tomate, las condiciones laborales de precariedad y menor cobertura sindical en Marruecos tienen mucho que ver para que no podamos acercarnos a competir con ellos. No sé hasta qué punto servirán los programas de contingencias que planean La Moncloa y el Ejecutivo canario. Al final la propia realidad cuando se consuma la salida irá marcando los acontecimientos. En el fondo, no es nada nuevo. ¿Cuántas veces hemos ido a remolque de lo que sucede fuera? Y luego se improvisa desde las diferentes administraciones para capear las consecuencias. Gustará o no Boris Johnson, pero el pueblo británico fue claro en su veredicto: quieren irse y hay que respetarlo. Quizá lo que habría que reflexionar es qué modelo está adoptando la Unión Europea para que cada vez sean más lo que prefieran marcharse.

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