He decidido que dentro de un año me voy a suicidar», dijo el chico cuando apareció en la consulta. El doctor puso cara como de haber oído un «me gustan esos cuadros», pero estaba claro que la partida había comenzado. Parecía solo. Lo positivo es que quería jugar la partida. Han pasado cinco años y no se ha suicidado. Es un profesional que cuida personas que sufren. Necesitaba hablar de su sufrimiento, necesitó medicación. Necesitaba no sentirse solo.
Como especialistas de la salud mental, queremos presentar doce breves reflexiones para comprender mejor el fenómeno del suicidio, con el anhelo de conseguir, como sea, disminuir los suicidios en nuestro mundo.
1. El suicidio es un drama personal y familiar, y es un problema de salud pública. En el mundo fallecen por suicidio unas 800.000 personas al año. En España, algo más de 4.000 en 2022, constituyendo la primera causa de muerte no natural.
2. Siempre hemos sido restrictivos a la hora de hablar sobre el suicidio para no «dar ideas». Pero hay que decir que se pueden tener pensamientos de imaginar o desear la muerte. Si desestigmatizamos los pensamientos, facilitamos la petición de ayuda.
3. El suicidio es un acto violento que desafía el instinto natural de vida. Casi siempre, conlleva un estado de alteración emocional. El suicidio no es un acto de libertad: se trata de elegir entre morir o seguir sufriendo. Hay alternativas. La persona quiere dejar de sufrir, no necesariamente morir.
4. Desear morirse parece una posible solución ante el sufrimiento que se genera en la alteración del equilibrio psicosomático. Se trata de conseguir recuperar el equilibrio, fortaleciendo las fuerzas motivacionales que nos sostienen y nos mueven hacia delante, entre las que cabe destacar aquello a lo que llamamos sentido.
5. Los factores de riesgo para el suicidio son el trastorno mental, el consumo de alcohol y otros tóxicos, y los factores psicosociales. Se estima que solo un 10% de las personas que se suicidan no tienen enfermedad mental o trastorno mental transitorio. Sobre un estado mental alterado, los tóxicos producen una desinhibición y falta de control que puede desencadenar una conducta suicida. Y hay factores sociales (crisis económica, estresores familiares o de relación, laborales...) que pueden condicionar la aparición de estados negativos y asociarse con conductas suicidas. El riesgo de suicidio también aumenta cuando desaparecen los factores protectores: apoyo familiar y social, recursos emocionales, capacidad de pedir ayuda, creencias o valores.
6. Hay en la conducta suicida un momento de ofuscación mental por alteración emocional, un estado de «visión túnel», en el que no se ve otra salida. Este momento es en el que hay que ayudar o conseguir que la persona pida ayuda, porque una vez superado se alivia la angustia y pueden buscarse soluciones a los problemas.
7. Las tentativas de suicidio son hasta diez veces más frecuentes que el suicidio consumado. El 90% de las personas que se suicidan han dicho previamente que querían suicidarse, aunque es cierto que la mayoría de las personas que dicen que van a suicidarse, no se suicidan de hecho. Hay que prestar atención y ayuda a las personas que verbalizan pensamientos suicidas, sin subestimarlos, para prevenir y disminuir el número de suicidios consumados.
8. En los jóvenes han aumentado los cuadros de ansiedad, depresión, trastornos alimentarios, autolesiones, ideación y tentativas de suicidio, abuso de sustancias y uso problemático de la tecnología. Las autolesiones son un problema en sí, no únicamente en la medida en que son conductas previas al suicidio en algunos casos. Las autolesiones formas no adaptativas de manejar los estados de estrés y sufrimiento, como tampoco es adaptativo hacerlo con violencia, sexo, o comida.
9. Las causas de este aumento de disregulación emocional en jóvenes son múltiple, podemos destacar: la amenaza y la alteración del equilibrio que ha supuesto la pandemia; una generación con smartphone en el bolsillo desde la pubertad, con lo que supone de hiperestímulo, potenciación y homogeneización; estilos educativos que conllevan una baja tolerancia a la frustración, falta de límites y referencias poco claras; cambio en el paradigma de valores en la construcción de la identidad, lo líquido y el cambio han pasado a ser la norma.
10. Todos estamos implicados en la prevención del suicidio: sanitarios, familias, educadores, trabajadores sociales, agentes pastorales, cuidadores, voluntarios.. todos. Que las personas con ideación suicida puedan expresar y pedir ayuda. Que las personas con trastornos mentales puedan acceder a los tratamientos y recursos. Que se aborden las situaciones de carencia, falta de recursos y grupos desfavorecidos. Prevención, promoción de la salud, psicoeducación, formación. No es una utopía.
11. La familia es el primer entorno protector. Cuando hay desestructuración familiar, se dan mayores riesgos, con menos apoyo y más facilidad para la soledad. Por otra parte, el suicidio tiene un efecto devastador en los familiares: es frecuente reaccionar con sentimientos de culpa encontrados con otros de rabia e ira. Las familias atraviesan un proceso de duelo difícil y estigmatizador, y necesitan saberse acompañados.
12. ¿Es el «suicidio cero» el objetivo? Bastante tenemos ahora con revertir la tendencia, eso ya sería un éxito, y tenemos mucho margen de actuación y de mejora. Hace falta determinación, implicación y coordinación: como sea. Para disminuir los suicidios… como sea. Es posible.
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