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Dos apuntes para cerrar la semana

Viernes, 2 de junio 2017, 11:37

El mal dato de las universidades públicas. No hay manera de que salga un listado de universidades españoles donde las públicas de Canarias aparezcan bien situadas. Y lo grave del caso es que da la sensación de que importa poco, por no decir que nada. Hizo bien el rector de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Rafael Robaina, en no escurrir el bulto ante el penúltimo de estos episodios, pero ahora toca que la comunidad universitaria abra con urgencia un periodo de reflexión para ver qué está fallando. Puede que ese ejercicio llegue tarde, pero siempre será mejor que seguir como hasta la fecha: con la estrategia del avestruz. Cuando la iniciativa privada ha considerado que vale la pena invertir miles de euros -millones para ser más exactos- en universidades privadas en Canarias, y cuando el mercado empieza a responder a esa oferta, será porque algo falla en lo que ofrecen los centros públicos. Y si a eso unimos, como pasa en Gran Canaria, que detrás de esa iniciativa privada están empresarios de esta tierra, entonces el diagnóstico es todavía más preocupante. Las universidades, tan autónomas ellas, deberían tener presente que confundir esa autonomía con la desvinculación de la sociedad que las mantiene es la antesala de la defunción.

Los muertos y los diferentes raseros. La veintena de muertos en un concierto de Mánchester todavía revolotean en nuestra memoria. Y lo hacen con una insistencia mucho mayor que los 80 fallecidos por un atentado en Kabul o los 40 en un hotel de Manila. Y todos son víctimas de la misma barbarie. Es lo que tiene eso de la proximidad: un muerto a unos kilómetros de distancia parece que tiene más valor que diez en otro continente. La reflexión empieza, por supuesto, por los medios de comunicación, que medimos con ese doble rasero, pero se extiende al conjunto de la sociedad. Y hubo un tiempo, por aquello de que la distancia era casi insalvable, es que nos podíamos escudar en que cuando los ojos no ven, el corazón no siente, pero en este mundo globalizado e hiperconectado en que vivimos tal disculpa ya no vale. Lo ocurrido en Kabul, como lo que pasó en un hotel de la capital filipina, también lo pudimos seguir al instante en televisiones, radios, tabletas y teléfonos móviles. Otra cosa muy diferente es que, en lugar de mirar hacia allí, la mayoría sintonizara con Telecinco para ver qué pasaba en la isla de Supervivientes. Tampoco es una disculpa pero me temo que es lo que hay.

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