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Apuntes sobre el sistema electoral canario

Domingo, 29 de octubre 2017, 10:18

Nos encontramos en un momento muy importante en el que se han ido estableciendo las bases para reformar nuestro desequilibrado e injusto sistema electoral. Aunque las formaciones políticas presentes en el Parlamento canario parecen estar cerca de alcanzar un acuerdo, se suceden los intentos de boicoteo de algunos inmovilistas. No lograr la modificación del sistema electoral canario sería un fracaso de la democracia en las Islas. Planteo aquí algunas breves reflexiones sobre lo que está sucediendo.

•El modelo vigente presenta varios déficit. No parece, por ejemplo, de recibo el mantenimiento de un sistema que excluye a partidos con amplia representación, es decir, deje fuera a organizaciones que han sido apoyadas por un número importante de canarios y canarias. Es el caso de Ciudadanos en las autonómicas de 2015, con más de 50.000 votos quedó fuera del Parlamento al no llegar al 6% en la Comunidad; como le sucedió a Nueva Canarias en el 2007 o al PIL en 1999, este último al quedarse a una décima del 30% insular.

•Esa barrera del 6% archipelágico es excesiva, como lo es la del 30% insular. Fueron implantadas en 1996 ampliando las originales del 83 (3% y 20%) Afectan a la pluralidad y lastran la democracia.

•Una de sus consecuencias son los miles de votos que no se transforman en representatividad. En 2015 los votos enviados directamente a la papelera fueron 143.000, el 17,58% de las papeletas. El dato es mucho menor en las otras comunidades autónomas –que tienen barreras entre el 3% y el 5%-,: Galicia (9,6%), Euskadi (7,56%(, Cataluña (4,16%), entre las que menos, y Comunidad de Valencia (10,36%) y Baleares (8,19%), entre las que más.

•La realidad actual es que las dos islas que representan al 83% de la población, Gran Canaria y Tenerife, tienen el 50% de los escaños, 30, mientras que el resto, que suponen el 17% de los habitantes tienen otros 30, la mitad de la Cámara. Lo que hace que el valor del voto presente diferencias abismales en función del territorio.

•El número de diputados de Canarias es homologable a los de otras comunidades. Hoy son 60 y el Estatuto permite un máximo de 70, con 2,1 millones de habitantes. El País Vasco con similar población (2,1 millones) tiene 75, igual número que Galicia (2,7 millones de habitantes). Extremadura, con 1,07 millones, tiene 65. El otro archipiélago, Baleares, tiene 59 escaños con una población de 1,1 millones. El Parlamento de la Comunidad Navarra lo integran 50 escaños, con 640.000 habitantes.

•Incrementar, por ejemplo, a 70 escaños es razonable, estatutario, homologable y no supone necesariamente ningún derroche. Y muy valioso si ello implica, si se adoptara esa fórmula, mejorar sensiblemente la representatividad de Tenerife y Gran Canaria, es decir, ganar en democracia. Llegar a 75 sí supone cambios en el Estatuto.

•Canarias y, de rebote, y en menor cuantía Baleares, han reducido el coste de sus parlamentarios gracias a la elevación al 75% del descuento de los billetes aéreos. Hay que tener en cuenta que solo 15 de los 60 diputados y diputadas corresponden a la circunscripción de Tenerife.

•La fórmula que mejor representa a la ciudadanía es, sin duda, la de la lista archipelágica única: 50, 60 o 70 escaños elegidos por todos los canarios y canarias en una única circunscripción.

•Pero esta fórmula, que no tiene en cuenta los territorios insulares, encaja muy poco con la realidad fragmentada de Canarias, con el sentimiento insular de su gente; y originaría un rechazo mayoritario en las islas no capitalinas y en los partidos de carácter insular o nacional canario.

•No casa tampoco con la realidad del resto de autonomías. Baleares tiene varias circunscripciones -Mallorca (33 escaños), Menorca (13), Ibiza (12) y Formentera (1)-, eso sí, como ven, sin paridades de ningún tipo. El País Vasco tiene tres, Galicia cuatro, igual número que Cataluña. Incluso Asturias, que es una comunidad uniprovincial, tiene tres circunscripciones en sus elecciones autonómicas. Murcia, también uniprovincial, cuenta con cinco circunscripciones.

•El mantra de que una lista autonómica (aunque solo sea de diez) permite que todos los canarios voten al presidente tiene su toque absurdo. No sucede en las generales, donde a Rajoy, Iglesias o Sánchez solo se le vota en Madrid, por donde se presentan. Y tampoco en las autonómicas: Urkullu concurrió por Vizcaya, Puigdemont por Girona, Francina por Mallorca y Feijóo por Pontevedra.

•El sistema ‘ideal’ a veces, o casi siempre, no es el ‘sistema posible’. Las fórmulas más rupturistas (circunscripción canaria única o reducción a dos o a tres de los diputados por cada isla y el resto en una autonómica) originan tal rechazo que son imposibles de alcanzar.

•Para modificar el actual e injusto sistema electoral en el Parlamento canario hay que poner de acuerdo, al menos, a 40 de los 60 escaños, es decir, a cinco fuerzas políticas con planteamientos bien distintos. Con la posibilidad de que el Parlamento pueda bloquear la reforma con 21 votos (18 de CC y 3 de ASG, por ejemplo). La otra posibilidad es hacerlo en las Cortes en la actual tramitación de la reforma del Estatuto de Autonomía, en estos momentos en el aire con la grave crisis en Cataluña.

•Solo propuestas muy consensuadas, con la generosidad de todas las partes, sin maximalismos, buscando lo que une y no lo que separa, pueden posibilitar abrir vías de reforma. Tratar de plantear posiciones maximalistas es tan conservador y paralizante como pretender que no se modifique el actual sistema. El todo o nada suele terminar en nada.

•En ese sentido, hay que reconocer la importante actividad reflexiva y de difusión desplegada por Demócratas para el Cambio, empeñados en mejorar la calidad de nuestra vida democrática. Y, asimismo, los esfuerzos que la mayoría de fuerzas políticas han realizado en la correspondiente Comisión del Parlamento de Canarias. Esfuerzos que deben plasmarse en un acuerdo que, aunque no satisfaga plenamente a cada uno de los actores, sirva para establecer avances y superar un modelo que no responde a la Canarias del siglo XXI y que es muy deficitario desde el punto de vista democrático.

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