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Alicia en el país de las maravillas

Alicia en el país de las maravillas

Jueves, 1 de enero 1970

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A Zapatero lo bautizó cierto periodista como «Bambi» por su bonhomía. Siguiendo la estela de los magistrales cuentos tradicionales y, en concreto, a la imaginación de Lewis Carroll, a Pedro Sánchez habrá que llamarlo «Alicia». El mundo en el que vive el presidente del Gobierno se parece al sueño de la inocente niña incapaz de distinguir entre los fantasmas que la asustan en sus sueños y aventuras en el país de las maravillas.

El presidente, que lleva seis meses en La Moncloa, hace vida de seguro y longevo presidente al que nada le perturba. Aparenta ser un presidente que lo tiene todo tan amarrado que se permite dedicar a la política internacional, viajar a remotos destinos a estrechar la mano de los soldados y a celebrar la Noche Vieja en un «casoplón» de Lanzarote rodeado de amigos y familiares. Como si nada pasara a su alrededor y a falta de discurso institucional de Navidad televisado, comparece ante los medios de comunicación para hacer una glosa gloriosa de sus seis meses de Gobierno.

Es el presidente que se olvida de que gobierna por una moción de censura, que tiene al país en una situación que los españoles no han elegido, más bien, a pesar de la legitimidad, les ha sobrevenido. Que es presidente con los votos de los que quieren cargarse la Constitución y la unidad territorial de España, y que lo quiere seguir siendo hasta el 2020 de la misma forma y después de haber prometido que convocaría elecciones de forma inmediata.

Para el ocupante del palacete conejero de La Mareta lo que ha ocurrido en Andalucía no va con él, sino como la «ultraderecha» a la que no le concede el valor de las urnas y la legítima representatividad. Lo dice y se queda tan ancho el que ocupa La Moncloa por una moción de censura, el que no deja que sean los españoles los que decidan qué presidente del Gobierno quieren. Habría que preguntarse quién goza de mayor legitimidad, si los diputados de VOX, elegidos en las urnas, o un presidente que lo es por una moción de censura y con los votos de los que no creen en la Constitución ni en la democracia española.

En su recorrido por el país de las maravillas se considera el presidente de la «regeneración» por el simple hecho de no ser Rajoy, obviando que el gallego está retirado y casi olvidado y que el escenario político ha cambiado tanto que hasta la ultraderecha se le ha colado a la izquierda por entre los dedos. Lo dice quien Gobierna a base de decretos que no logra convalidar en el Congreso preso de su minoría, de pomposos anuncios de acciones que no se ejecutan, de ruedas de prensa en las que se beben las contradicciones, de fotos con gafas de modelo de Hugo Boss, viajes injustificados, irreflexivas medidas que espantan a la economía; lo dice quién no ha logrado aprobar unos presupuestos, ni gestionar eficazmente la herencia de Rajoy en ministerios que más parecen pasarelas de modas que lugares de trabajo, terrazas de áticos VIP en las que se pasean los progres presumiendo de palmito y de superioridad moral gracias a los dulces momentos que propicia el poder que no han sabido aprovechar para favorecer a los que defienden en los papeles y en los discursos. Sueña quien montó un gobierno ilusionante que ha terminado siendo una triste foto desvencijada con dos ministros fuera de plano y varios en la picota por comportamiento opacos.

En sus sueños, Alicia cree que puede con todo y que todo es real, legítimo y bueno, como acabar con el «problema» catalán. Llegar al poder, gobernar y querer seguir haciéndolo con el apoyo de los independentistas que pretenden la ruptura no es precisamente el blasón que identifique el abolengo democrático y socialista que heredó Sánchez. Más bien resta credibilidad y pedigrí a un partido centenario y de tradición socialista como el PSOE. Pedro Sánchez ahonda mucho más en la sangrante herida de la España de este siglo con sus sueños irrealizables.

Creer que resolverá el «problema catalán» es el sueño más inocente del presidente. Pero su sueño secreto quizás sea que un golpe de suerte cambie el rumbo de los acontecimientos. Pero no es la suerte la que designa el futuro, sino el fracaso de otra legislatura, de un mandato caótico, de una inercia sociológica escorada en el miedo al propio Sánchez y al hecho de que no sabe resolver los problemas de los españoles, de que -encontra de lo que dice- provoca mayor inestabilidad e inseguridad en la precaria vida de los españoles.

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