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Como si se tratara de un puzle, la vicepresidenta segunda Yolanda Díaz quiere recomponer el fragmentado espacio político de izquierdas sumando, además, las voces de colectivos profesionales y «gente que piensa diferente». Pero su nuevo proyecto que, según sostiene, va más allá de los actuales límites de Unidas Podemos, se enfrenta a los obstáculos de siempre. Las distintas corrientes políticas, a veces irreconciliables, los rivales que alientan las diferencias y, sobre todo, el «ruido» y los «egos», como ella misma lo define, aunque sin señalar a nadie.
Tanto Díaz como Podemos son conscientes de que tienen dos años de legislatura por delante para cerrar un «frente amplio» que revierta la tendencia negativa que ha lastrado al espacio morado desde 2016, cuando tocaron techo con 71 diputados en el Congreso. Desde entonces se han sucedido batacazos electorales, principalmente en los comicios autonómicos, y divorcios sonados. El más traumático, el de Íñigo Errejón, antiguo número dos del partido, que acabó fundando Más País tras el desencuentro con Pablo Iglesias en Vistalegre II, en 2017, cuando ambos pugnaron por sus visiones opuestas sobre el rumbo del partido.
Por el momento, Errejón descarta retomar la antigua alianza con Podemos y tampoco se abre al proyecto de Díaz. Ha comprobado que la decidida apuesta de su formación por el ecologismo o temas hasta ahora secundarios en el debate público como la salud mental puede traducirse en rédito electoral. No en vano, su candidata a las elecciones de la Comunidad de Madrid, Mónica García, acabó superando en votos al PSOE y al propio Iglesias, que acabaría anunciando su adiós a la política en la noche electoral del 4 de mayo.
Candidatura. Yolanda Díaz sigue descartando encabezar cualquier lista electoral pese a la insistencia de Podemos.
Frente común. Tanto la vicepresidenta como el partido morado buscan ensanchar su base electoral antes de las generales.
Cónclave. Díaz mantendrá un encuentro con la líder de los comunes Ada Colau y de Compromís, Mónica Oltra.
Proyecto colectivo. El plan de la vicepresidenta es recorrer varias ciudades para «escuchar» a la ciudadanía.
La vicepresidenta segunda también recela de las estructuras tradicionales y jerárquicas de los partidos –mantiene su carnet de militante del PCE por «respeto» a su familia– y reconoce que el suyo es un proyecto «colectivo y no personal». Pero en Podemos se empeñan en señalarla una y otra vez como candidata. Lo volvieron a hacer el domingo pasado tanto la secretaria general de la formación morada, Ione Belarra, y el propio Iglesias, en su regreso a un acto del partido.
El antiguo líder y exvicepresidente del Gobierno, que fue el primero en nominar en público a Díaz como su sucesora, también dejó a los suyos una recomendación:«Estoy convencido que la dirección de Podemos va a saber acompañar a Yolanda para construir ese frente amplio de izquierdas». Pero Díaz no solo no está deshojando la margarita, directamente desdeña cualquier candidatura. «Si cambio de opinión lo diré», afirmaba en una entrevista publicada por este periódico ese mismo día.
En Podemos no ocultan su dependencia del aura que rodea a la vicepresidenta segunda, sobre todo después de que sondeos como el que publicó el CISel viernes pasado certifiquen la buena valoración que la ciudadanía le deposita (supera al resto de líderes en este índice). Además vence al presidente del PP, Pablo Casado, en el número de respuestas afirmativas a la pregunta de «quién preferiría que fuese el presidente del Gobierno». Pero hay voces que recelan de este protagonismo. Juan Carlos Monedero, cofundador del partido, lanzó una advertencia a la vicepresidenta: «Podemos debe ser la nave nodriza» de este futuro proyecto.
Díaz, por su parte, mantendrá a finales de año un encuentro con la líder de los comunes, Ada Colau, y de Compromís, Mónica Oltra. Ambas ya han descartado que esto se trate del lanzamiento de una nueva marca política. «Se trata solo de hablar», dicen, «dejando el escudo, la espada y el titular en la puerta».
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