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Unidas Podemos sale con sabor agridulce de la crisis de Gobierno. Mantiene las cinco carteras con sus competencias intactas, pero su capacidad de influencia se resiente por el fortalecimiento de figuras como Nadia Calviño o María Jesús Montero, con las que mantiene una tensa relación, y las salidas de José Luis Ábalos o Iván Redondo, con los que había alcanzado cierta sintonía. Si la cohabitación era difícil antes de la remodelación, no se prevé que vaya a mejorar después.
Pedro Sánchez informó el viernes a Yolanda Díaz de que la crisis que le había anunciado se iba a materializar 24 horas después. No le dio nombres ni le detalló los ministerios afectados. El presidente del Gobierno tampoco solicitó a la ahora vicepresidenta segunda cambios en la carteras de Unidas Podemos, en parte por no tensar más la cohabitación y en parte porque la reestructuración no iba a afectar al número de ministerios y, por tanto, no era necesario renegociar la presencia de los morados en el Gabinete.
Sánchez, según fuentes de Podemos, tanteó a Díaz con la posibilidad de prescindir de una de sus cinco carteras a cambio de que el PSOE renunciara a dos de las suyas, pero la vicepresidenta descartó el trueque.
Al no afectar la remodelación al socio minoritario, Sánchez ha abonado la idea, muy combatida por él mismo, de la coexistencia de dos Gobiernos, dos reinos de taifas; uno, socialista, al que le afecta la crisis, y otro, Unidas Podemos, inmune a las razones del presidente para mover el Consejo de Ministros. Pero Sánchez tenía prisa y no quería enredarse en una negociación que dilatara los cambios, como establece el punto 19 del protocolo de funcionamiento de la coalición.
Si la reestructuración hubiera sido global, nombres como el del ministro de Consumo, Alberto Garzón, cuota de IU, estaba en el alero tras la 'crisis del chuletón', o el de Universidades, Manuel Castells, cuota de los comunes catalanes, que ha desarrollado una gran habilidad para pasar desapercibido.
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El hecho de mantener las cinco carteras no implica, sin embargo, que Unidas Podemos conserve el mismo peso en la coalición. La salida de Carmen Calvo fue una buena noticia para los morados, que han mantenido serios enfrentamientos con ella. Se libran de un cancerbero en la comisión de subsecretarios, donde frenó muchas de sus iniciativas.
Sin embargo, se van a encontrar con un muro peor, el de Calviño con galones de vicepresidenta primera y muy atenta a los designios de la UE. El pulso sobre el incremento del salario mínimo esta casi perdido para Yolanda Díaz, y lo mismo se puede prever con la reforma fiscal porque la ministra de Hacienda ha visto reforzada su posición con la incorporación a sus competencias de la Función Pública. Además, el ministro José Luis Escrivá sigue.
Los avances que lograron con Ábalos para la regulación de los precios de los alquileres, el acuerdo parecía posible, vuelven a la casilla de salida con Raquel Sánchez, exalcaldesa de Gavá. El buen clima que existía con Redondo, sobre todo mientras Pablo Iglesias estuvo en el Gobierno, no será fácil de mantener con Óscar López, un dirigente PSOE cien por cien.
Desde Unidas Podemos se recibieron con «máximo respeto» los cambios introducidos por Sánchez, pero no esconden que la nueva etapa puede ser un freno para sus propuestas porque el PSOE necesita hacer gestos hacia su parroquia.
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