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Un operario de la fábrica de Northvolt en Suecia. AFP
Northvolt despedirá a un 20% de su plantilla ante las bajas ventas de eléctricos

Northvolt despedirá a un 20% de su plantilla ante las bajas ventas de eléctricos

La compañía, esperanza de la industria sostenible europea, ha fallado plazos de entrega y sus pérdidas operativas solo van en aumento

Juan Roig Valor

Martes, 1 de octubre 2024

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Northvolt, la ambiciosa empresa sueca que nació para alimentar la electromovilidad europea, está luchando por mantenerse operativa. Cuando fue creada, sus ejecutivos proyectaron una gran capacidad de celdas, lo cual hizo que muchos fabricantes del continente, como BMW o Volkswagen, apostasen por ella.

Sin embargo ha tenido problemas para llevar a cabo las entregas con las que se había comprometido. Ahora, se deshará de en torno a un 20% de su plantilla y ha puesto en pausa la expansión de su planta principal en Skelleftea, al norte del país escandinavo.

Según Fredrik Erixon, un analista del Centro Europeo de Economía Política Internacional, «no va a haber la demanda suficiente para satisfacer la oferta de baterías y es muy posible que Northvolt sea la primera víctima de la corrección de mercado que está ocurriendo».

Si desaparece, con ella se esfumaría la posibilidad de tener una empresa europea especializada en acumuladores de vehículos eléctricos que pueda hacerle frente a los gigantes chinos de CATL o BYD, cuyos precios aún no se han podido igualar.

Originalmente, Northvolt pretendía alcanzar una capacidad de producción de 230 GWh en 2030 entre sus seis fábricas proyectadas, suficientes como para abastecer 3,8 millones de coches eléctricos. Hoy, la planta de Skelleftea cuenta con 16 GWh. Sin embargo, la compañía «sigue comprometida» con la creación de la joint-venture NOVO con Volvo, así como la construcción de otras dos plantas en Alemania y Canadá.

Su desaparición sería una amarga dosis de realidad para los intentos de la Unión Europea en desarrollar una industria ecológica autosuficiente. Northvolt fue de las primeras compañías en recibir subvenciones por parte de Bruselas para evitar que la industria comunitaria se deslocalizase a EEUU con la Ley de Reducción de la Inflación (IRA, por sus siglas en inglés) de Joe Biden.

Esta inyección de capital vino acompañada por pedidos de parte de las empresas alemanas que llegaron a superar los 55.000 millones de euros, pero sus fallos en los plazos de entrega, así como un apetito decreciente por el vehículo eléctrico, crearon un efecto dominó que ha sumido a la compañía en sus presentes dificultades económicas.

Sus planes de salida a Bolsa, que la habrían dotado de una valoración de unos 20.000 millones, se cancelaron el pasado mayo. En julio, afirmaron que sus pérdidas operativas superaban los 1.000 millones de euros y sus ingresos llegaban a los 130 millones.

Si la empresa acaba quebrando, el Gobierno sueco ha afirmado que no llevará a cabo un rescate. Alemania mantiene que «está en constante contacto» con la empresa, dado el interés de sus fabricantes en sus productos –el pasado junio, BMW canceló un pedido de 2.000 millones de euros con la sueca–.

Cabe preguntarse si la Comisión Europea, tan protectora de su industria del automóvil como ha demostrado con los aranceles a los vehículos eléctricos chinos, lo será tanto con la incipiente industria de baterías y si aplicará tasas adicionales a los acumuladores de CATL o BYD.

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