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Sesión de trabajo de los líderes de la OTAN, en la sede de la Alianza en Bruselas. AFP
La OTAN inicia la era donde Biden que sacraliza la seguridad colectiva

La OTAN inicia la era donde Biden que sacraliza la seguridad colectiva

Los líderes se comprometen con la modernización de la Alianza, buscan involucrar a China y cargan contra Rusia

Salvador Arroyo

Bruselas

Lunes, 14 de junio 2021, 18:53

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Con ese «America is back» (America está de vuelta) que Joe Biden ha convertido en eslogan de su Administración y que el multilateralismo abraza con esperanza, la imponente sede de la OTAN en Bruselas se convertía este lunes en escenario de reencuentro entre Europa y su aliado tradicional. El tono y las formas, a años luz de las exhibidas por un Donald Trump que golpeaba con desplantes y acusaciones cada cita de alto nivel. «Quiero que Europa sepa que Estados Unidos está ahí» y la defensa colectiva es «una obligación sagrada», fueron dos de las frases lapidarias que el líder norteamericano, protagonista indiscutible de la cita, lanzaba como aperitivo a sus socios ante una agenda, tan cargada como heterogénea.

Los líderes de los treinta países de la Alianza Atlántica debatieron durante más de tres horas la larga lista de asuntos que su secretario general, Jens Stoltenberg, había incorporado a un denso menú: las complejas relaciones con Rusia y China, que «rechazan el orden internacional basado en reglas», la amenaza del terrorismo, la cada vez mayor sofisticación de los ataques cibernéticos, tecnologías disruptivas, cambio climático, el compromiso renovado de inversión en defensa o la ambiciosa agenda 2030 que debe guiar la adaptación al futuro de una organización con más siete décadas de historia.

Un 'totum revolutum' en el que destacaban sobre el papel Rusia y China. En vísperas de la reunión que Biden mantendrá mañaan con Vladímir Putin en Ginebra (Suiza), Stoltenberg le allanaba el camino al hablar de un presente negro con Moscú: «Las peores relaciones desde la Guerra Fría por sus acciones agresivas», decía. Y aquí la Unión Europea asistiría por experiencia propia (conflicto sobre Bielorrusia, ciberataques, desinformación, represión a la oposición política, Alexei Navalni y varios desplantes diplomáticos en cadena).

China era otro cantar. Pese al interés de Estados Unidos porque la Alianza mire más hacia el Pacífico y se ponga en guardia ante el rearme militar de China (Was¬hington la considera una amenaza para la estabilidad en la zona) la mayoría de los líderes europeos no comparten esa opinión. Y la alemana Angela Merkel –su país tiene estrechos lazos comerciales con Pekín– ni siquiera hizo mención a esa parte de la agenda antes de arrancar la cumbre. Su mantra (como el del británico Boris Johnson o el del francés Emanuel Macron) fue la «modernización de la OTAN».

Así que en el balance de la cita y en una extensa comunicación de 53 puntos se plantea que «la creciente influencia de China y las políticas internacionales pueden presentar desafíos que debemos abordar juntos como una Alianza. Involucraremos a China con el fin de defender los intereses de seguridad de la Alianza». En definitiva, que la OTAN se abre a aprovechar las oportunidades para comprometerse con China, pero sin perder de vista que su creciente influencia presenta un «desafío sistémico».

Un mensaje no excesivamente estricto con Pekín, pero que reconoce explícitamente por primera vez que hay que responder a su creciente poder. Y al que el noruego añadió un matiz: «Necesitamos abordar los desafíos que el ascenso de China plantea para nuestra seguridad a pesar de que muchos aliados tienen lazos económicos con China», apostillaba durante su comparecencia tras la cumbre.

Varios puntos de la comunicación conjunta se dedican a Rusia. Y aquí el tono es, sin duda, mucho más duro. De entrada, los aliados plantean que recibieron «con agrado» la información que Biden compartió con ellos sobre el encuentro del miércoles en Ginebra. Un gesto inédito en la etapa de Trump. Pero, se insiste: «Rusia continúa violando los valores, principios, confianza y compromisos descritos en los documentos acordados que sustentan la relación» arranca el texto en su parte dedicada a Rusia. Y tras esa frase, una larga lista de desagravios inquietantes.

Los líderes hacen así un llamamiento para que el Kremlin derogue la designación de República Checa y Estados Unidos como «países hostiles»; alertan del creciente despliegue militar en torno a Crimea, la integración militar con Bielorrusia y «las repetidas violaciones del espacio aéreo aliado» por considerar que suponen una amenaza; se toma nota del cada vez mayor riesgo para «la seguridad del área euroatlántica y el hecho de que contribuyan a la inestabilidad a lo largo de las fronteras de la OTAN y más allá». Toque de atención por la diversificación de su arsenal nuclear; llamamiento al respeto de «la integridad territorial y la soberanía de Ucrania, Georgia y la República de Moldova».

Con todo los aliados de la OTAN aseguran seguir «abiertos a un diálogo periódico, centrado y significativo con Rusia, con miras a evitar malentendidos, errores de cálculo y escalada involuntaria, y aumentar la transparencia y la previsibilidad».

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