«Hay que parar o ir hasta el final, pero esto debe acabar»
A la espera. ·
Vecinos de Jerusalén reciben el plan de Trump con escepticismo, convencidos de que, antes o después, Hamás volverá a atacar a IsraelMikel Ayestaran
Enviado especial. Jerusalén
Martes, 30 de septiembre 2025, 20:10
El mercado de Mahane Yehuda, el más popular de Jerusalén Oeste, retumba al ritmo de la música que unos jóvenes llegados de las colonias ponen ... a todo volumen. Recaudan dinero con el rito judío del 'kaparot', que significa «expiación» y consiste en balancear un pollo vivo sobre la cabeza de una persona mientras se reza para que los pecados se transfieran al animal. Llega Yom Kippur, el día más sagrado para el judaísmo y en la víspera se busca que los pecados sean purgados.
Entre baile y baile, Harel consulta el teléfono móvil para seguir las noticias y ver si hay una respuesta de Hamás a la propuesta para el final de la guerra en Gaza del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Tiene 18 años y el año próximo le toca el servicio militar obligatorio. «Sueño con que esta sea la definitiva, no podemos seguir así. Hay que parar o ir hasta el final, pero esto debe acabar», piensa el joven, a quien un amigo recién llegado de Sidney le consulta si romperán el ayuno del Yom Kippur con mosto o vino. Harel tiene la cabeza lejos del mercado.
El olor de las frutas y verduras desaparece cuando se pasa frente al Jerusalem Coffee Market, un tostadero de café de referencia en Mahane Yehuda. La gente conversa en torno a los vasos de cristal donde se sirve la bebida, normalmente sola y sin azúcar, y el tema es único: ¿Acabará la guerra en Yom Kippur? David lleva un año en esta cafetería y zanja el debate elevando la voz para pedir «un poco de sentido común, la paz es imposible con esta gente, Hamás no quiere vivir en paz con Israel y la única solución es acabar con ellos porque si paramos ahora, en unos años volverán a atacarnos».
Celebración religiosa
La sensación de parlamento al aire libre se refuerza al descender desde el mercado a la plaza Sión por la calle Yafa. Hay mucho ambiente en la parte oeste de la ciudad por la llegada de las fiestas religiosas. Judíos de todo el mundo viajan a Israel estos días, desafiando la situación de seguridad. Sentado en una silla de plástico, Moshe Feiglin, exdiputado de extrema derecha, ha salido a la vía pública para compartir con la gente su malestar con la decisión del primer ministro hebreo, Benjamín Netanyahu, de aceptar un acuerdo que «ofrece demasiadas concesiones a los palestinos». El político de 62 años, quien hace unos meses saltó a los titulares de todo el mundo con declaraciones como «estamos en guerra contra la existencia de Gaza» y «cada niño que amamantes ahora en Gaza matará a tu hijo 15 años después», habla en un tono desafiante y decenas de viandantes se paran para seguir su discurso.
Peregrinos y turistas escasean en la ciudad y cada vez se ven menos cooperantes extranjeros
Algunos consideran que no había opción de un trato mejor y otros creen que la paz es «imposible»
«No estoy de acuerdo con su opinión respecto al acuerdo, pero es una voz que respeto mucho», explica en voz baja Yoash Brown, economista de 27 años que trabaja en el sector tecnológico. «Es el mejor trato que podíamos conseguir a estas alturas porque liberamos a los rehenes, desarmamos al enemigo, expulsamos a sus líderes y nuestras tropas seguirán dentro, no habrá retirada total», piensa Brown, quien lamenta que «ya sabemos que no podemos cambiar sus mentes, cuando puedan volverán a golpear, pero sí podemos debilitarlos al máximo para que ese golpe no sea importante».
En pocos minutos, siguiendo la vía del tranvía, se llega a la Ciudad Vieja, muy relajada en el Barrio Cristiano por la falta de peregrinos. Nada que ver con las imágenes de los viernes en la Explanada de las Mezquitas o de los sábados en el Muro de las Lamentaciones. Por allí pasea Carlos, llegado de Portugal para visitar los lugares santos y «desconectado del mundo desde que crucé la Puerta Nueva para pasar aquí unos días». «¿Se ha parado la guerra en Gaza? Cuando estoy en mi casa de Setúbal sigo las noticias por Al Jazeera, pero he llegado aquí y, como cristiano, he entrado en otra dimensión, parece mentira que estemos a ochenta kilómetros del infierno que es Gaza», admite.
Restricciones
En el Hospicio Austriaco de la Vía Dolorosa apenas hay huéspedes. Los encargados de la cafetería de estilo vienés son palestinos de Belén que viajan cada día a Jerusalén para poder trabajar. «Quiero que pare ya mismo la guerra, que deje de morir gente y vuelvan los peregrinos y los grupos de turistas, como antes del 7 de octubre», pide Yaser, veterano de este local hostelero al que siguen acudiendo los cada vez menos visibles cooperantes internacionales que quedan en la Ciudad Santa tras las restricciones impuestas por Israel al sector. Entre los palestinos hay menos debate público, más resignación y silencios que lo dicen todo.
«No se puede perder de vista el efecto del Yom Kippur, que este se pueda convertir en el acuerdo del Yom Kippur que detuvo la guerra en Gaza. No soy muy optimista, pero si se respeta, lo más inmediato es que Israel dejará de matar una media de cien palestinos al día y eso es un gran logro», vaticina Ori Goldberg, antiguo profesor universitario, por teléfono desde la vecina Tel Aviv. «Aquí también es el tema del día, todo el mundo habla de que 'esto acabe', pero nadie sabe cómo, nadie está seguro de nada».
¿Ya estás registrado/a? Inicia sesión