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mikel ayestaran
Jerusalén
Domingo, 7 de marzo 2021, 20:39
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Siete años después de que Abu Baker Al Bagdadi ascendiera al mimbar de la mezquita de Al Nuri y proclamara el establecimiento del califato en amplias zonas de Siria e Irak, el Papa viajó a Mosul y recorrió las ruinas dejadas por el califa. Los seguidores del líder yihadista realizaron pintadas en toda la ciudad amenazando con extender su poder hasta Roma, pero fracasaron y fue Francisco quien finalmente realizó el camino este domingo hasta la que fuera capital del califato para rezar por todas las víctimas de la guerra y e intentar frenar el éxodo de la comunidad cristiana. En toda la Ciudad Vieja no queda una sola iglesia en pie, así que para la gran ocasión se habilitó un espacio entre las ruinas de cuatro iglesias de diferentes diócesis, entre las que figura la iglesia Al Tahira, de más de mil años de antigüedad.
Entre las ruinas de Mosul el pontífice comenzó su oración diciendo que «si Dios es el Dios de la vida -y lo es- a nosotros no nos es lícito matar a los hermanos en su nombre. Si Dios es el Dios de la paz -y lo es- a nosotros no nos es lícito hacer la guerra en su nombre». Un mensaje directo a los yihadistas que ocuparon la ciudad desde el verano de 2014 hasta 2017 y cometieron todo tipo de atrocidades siempre apelando al nombre de Dios.
Bergoglio recordó a los presentes que «la esperanza es más fuerte que la muerte y la paz es más fuerte que la guerra», un mensaje que completó con un recuerdo a la comunidad cristiana. «La trágica disminución de los discípulos de Cristo, aquí y en todo Oriente Medio, es un daño incalculable no sólo para las personas y las comunidades afectadas, sino para la misma sociedad que dejan atrás», declaró el pontífice que realizó un llamamiento a esos cristianos que huyeron para que regresen y perdonen todas las barbaridades sufridas.
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A diferencia de las visitas realizadas a Mosul por otros mandatarios extranjeros, el Papa viajó sin chaleco ni casco y, terminada la oración, se desplazó en un pequeño carro de golf por las callejuelas de la Ciudad Vieja para ser testigo de primera mano de las consecuencias de los combates contra el EI. Cuatro años después de que Irak proclamara su victoria sobre el califato se han desescombrado calles y carreteras, pero la mayor parte del casco histórico es pura ruina. «No es solo momento de reconstruir edificios, es hora también de reconstruir los lazos entre nosotros», pidió el religioso argentino, quien desde su llegada a Irak ha insistido en cada intervención en la importancia de la coexistencia.
«Desde esta plaza hasta Al Nuri hay apenas unos minutos caminando», cuenta la doctora Rawaa Qasha, una de las afortunadas que pudo estar presente en la oración dirigida por Bergoglio. Para ella se trata del «día más feliz de mi vida, no creo que los cristianos que huyeron durante la guerra vayan a regresar, pero al menos hemos tenido un día de felicidad gracias al Papa y ha sido gratificante ver juntos a cristianos, musulmanes y yazidíes».
La crisis humanitaria provocada la guerra contra el califato hizo que cerca de medio millón de personas, entre ellas 120.000 cristianos, dejaran sus casas. «Hoy apenas hemos regresado sesenta familias cristianas, el terror no se olvida tan fácil y casi todas salieron no solo de Mosul, sino de Irak en busca de seguridad», lamenta Qasha, que en la actualidad es profesora asistente en la Universidad de Mosul.
La visita del religioso argentino volvió a poner a esta ciudad en el mapa informativo y por unas horas el mundo recordó de nuevo su dolor. El paseo del Papa por las ruinas de califato simboliza que los cristianos, aunque en un número muy reducido, han sobrevivido a la barbarie yihadista. Los medios iraquíes destacaron el simbolismo de la visita y voces críticas, como Khalil Aljbory, responsable del Departamento de Arqueología de la Universidad de Tikrit, recordaron también en las redes sociales que el viaje del Papa reveló la negligencia del Gobierno porque «cuatro años y millones de dólares después no se ve avance en la reconstrucción y el motivo es que el dinero no llega a manos de personas fiables».
La agenda del pontífice ha estado diseñada al milímetro y desde que puso un pie en Bagdad fue un ejemplo de inclusión que le llevó al sur, centro y norte del país. Desde Mosul se desplazó a Qaraqosh, la que fuera capital de los cristianos en la llanura de Nínive y allí pudo orar en la recién rehabilitada iglesia de Al-Tahira.
El Estado islámico (EI) quemó este templo y decapitó a la Virgen María que lo coronaba. La entrada a la iglesia fue una explosión de alegría, imposible contener las emociones por parte de un grupo de fieles que son auténticos supervivientes de la caza y captura que llevaron a cabo los yihadistas en esta ciudad.
Ante estos supervivientes, Francisco, emocionado, dijo que «el camino hasta lograr la recuperación es todavía largo, pero os pido que no os desaniméis. Lo que es necesaria es la capacidad de perdón y el coraje para no darse por vencido». Es complicado que este viaje papal logre que regresen los cristianos que emigraron, pero quizás sirva para frenar el éxodo y hacer que los que tienen dudas, alarguen su estancia. Día a día, Oriente Medio se vacía de cristianos.
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