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Salvador Arroyo / Bruselas
Jueves, 25 de junio 2020, 22:37
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La coruñesa tiene a su favor un perfil impecable (prestigio entre sus colegas, la simpatía de Alemania y Francia, las dos grandes potencias del euro, experiencia y talante negociador). Y es firme defensora de profundizar en una unión económica y monetaria inacabada. Pero esto último no es prioridad para Países Bajos y socios de su estela ortodoxa. Así que encontrarían en cualquiera de los otros dos candidatos más moderación y ortodoxia. El irlandés sería su primera opción. En contra, no es definitivo que siga como ministro de Finanzas (el gobierno de su país está en gestación). A Gramegna, que ya perdió en la pugna de 2017, le pesa la sobrerepresentación de su pequeño país. Jean-Claude Juncker pilotó el Eurogrupo ocho años (2005-2013).
El esquema político de los diecinueve países que comparten el euro es el siguiente: ocho tienen gobiernos conservadores, cinco, socialistas; cuatro, liberales. La ultraderecha controla el Ejecutivo de Estonia y Los Verdes el de Lituania. La candidata o candidato deberá ser elegido por mayoría simple (diez votos). El proceso irá marcado por las renuncias voluntarias. El que concite el mayor apoyo se quedará solo en el tramo final para ser elegido por unanimidad. El futuro presidente sucederá al actual, Mario Centeno, el 13 de julio. «Excelente grupo de candidatos», resaltaba el portugués poco antes de las cinco de la tarde, cerrando así el plazo para la presentación de solicitudes.
Las nominaciones
Ya estaban sobre su mesa los currículos y las cartas de motivación que esperaba. Madrid, Dublín y Luxemburgo fueron haciendo públicas las nominaciones desde primera hora de la mañana. «Tengo la determinación de tener en cuenta todas las sensibilidades y trabajar junto con todos los colegas para construir fuertes consensos en beneficio del interés común de la eurozona y el bienestar de los ciudadanos europeos», comprometía en su carta Nadia Calviño.
El presidente, Pedro Sánchez, destacó el hito que supondría para España asumir la jefatura de este club (con Luis de Guindos se intentó, pero no se consiguió); nunca controlada por una mujer.
La oposición cerró filas con la gallega. Esteban González Pons (Partido Popular) defendió que «no hay mejor garantía para que la política española siga las directrices moderadas de la Unión Europea que el Eurogrupo se siente en nuestro Consejo de Ministros». Mientras que Inés Arrimadas (Ciudadanos) alabó «la gran labor» que podría realizar «por encima de los intereses partidistas».
Esa es la otra lectura (que incluso la favorecería frente a sus hoy detractores): Calviño tendría un mayor peso para marcar el rumbo de la acción económica del Gobierno ante el riesgo de ‘desviaciones’ promovidas desde el socio Podemos.
Su contrincante irlandés Donohoe consideró «un gran honor guiar al Eurogrupo a través de los retos y oportunidades que se presentan en los próximos años». Promocionaba la víspera de que el nuevo gobierno tripartito de su país se someta al parlamento. Así que probable, pero no seguro, que Donohoe siga llegue como ministro de Finanzas a la cita del 9 de julio.
El luxemburgués Gragmena, por su parte, se destacaba como la figura óptima para el «consenso y compromiso entre todos los miembros de la Eurozona, pequeño o grande, de norte a sur y de este a oeste». Son las dos piezas intercambiables para la ortodoxia europea.
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