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La actualidad internacional no da respiro. A la invasión rusa de Ucrania se han sumado en los últimos siete días la reactivación de dos antiguos conflictos sociopolíticos de difícil solución. Por un lado, los disturbios provocados en Francia por el asesinato del joven Nahel a manos de un policía han vuelto a dejar en evidencia el fracaso del país galo en su intento por crear una sociedad multicultural. Las políticas de diferentes gobiernos han acabado creando una sociedad de guetos culturales con poca interacción e integración que se han convertido en una bomba de relojería que sirve de advertencia para otros países europeos que no han llegado aún a ese extremo. En los últimos años, las películas 'Atenea' (2022 en Netflix) y Los Miserables (2019) han retratado esta realidad en toda su dureza. Es recomendable verlas.
Por otro lado, el conflicto entre Israel y Palestina, que venía recalentándose en las últimas semanas, ha vuelto a estallar debido a las operaciones del ejército israelí en Yenín, cuya escala no se había visto en las últimas dos décadas. Para estar informados sobre ambos, os recomiendo frecuentar la sección Mundo del periódico.
Hoy, en 'El mundo, explicado', quiero ahondar en un asunto geopolítico tan enquistado como el que enfrenta a Israel y Palestina, pero que ha adquirido nuevas dimensiones en los últimos años: la geopolítica de las drogas.
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El fentanilo chino provoca una lenta agonía en Estados Unidos
El captagon sirio sacude Oriente Medio
Por si las dos superpotencias no tuviesen ya suficientes puntos de fricción con la guerra arancelaria, las sanciones tecnológicas y los encontronazos en el estrecho de Taiwán, Estados Unidos y China se enfrentan ahora por un problema que hasta ahora parecía exclusivo de Latinoamérica: el tráfico de droga. Pero no de cocaína o heroína, sino de la que ha provocado una epidemia de dimensiones colosales en el país de las barras y estrellas: el fentanilo.
Solo el año pasado, casi 110.000 estadounidenses murieron por sobredosis. Es un récord absoluto que se explica por el abuso de este opioide sintético 50 veces más potente que la heroína que, según las autoridades americanas, se produce sobre todo en China. Y lo hace sin que el Partido Comunista haga suficiente para combatirlo, razón por la que el pasado 23 de junio el Departamento de Justicia de Estados Unidos anunció la detención de dos ciudadanos chinos y la apertura de un juicio contra cuatro empresas de aquel país. Es el primer procedimiento judicial que se pone en marcha, y puede abrir un nuevo frente de guerra entre las dos mayores economías mundiales.
Sin duda, sorprende que en la justificación del proceso el fiscal general, Merrick B. Garland, mencionase tanto a los cárteles de la droga mexicanos como «a las empresas chinas que les suministran los componentes para producir el fentanilo». O sea, que China provee los ingredientes para la droga a los criminales latinoamericanos y se sirve de sus tradicionales 'canales logísticos' para hacerla llegar a Estados Unidos, aunque también la envía por correo o en contenedores.
Los más críticos con Pekín, como Vanda Felbab-Brown del Instituto Brookings, aseguran que China utiliza deliberadamente el fentanilo para lograr objetivos diplomáticos. O sea, que estaría permitiendo el flujo de componentes críticos para elaborar la droga a propósito para hacer presión en Washington y debilitar a Estados Unidos con una sustancia que está causando estragos entre la población. Un chantaje como el que antes han utilizado otros países americanos, como Colombia. «China subordina sus operaciones contra los narcóticos a sus objetivos geoestratégicos», analiza Felbab-Brown. El Gran Hermano chino lo ve todo y dentro de sus fronteras el tráfico de drogas es una actividad residual extremadamente peligrosa, por lo que sorprende que el fentanilo o sus componentes puedan salir con tanta facilidad del gigante asiático.
Salvo que la situación dé un giro pronto, todo apunta a que la droga que lleva a la agonía a una generación entera va a ganar importancia en las tensiones que enfrentan a las dos superpotencias. Y puede incluso introducir un nuevo vértice en la relación triangular de China con Estados Unidos y Latinoamérica, donde también tiene numerosos intereses económicos y políticos, a menudo alineados con los países que peor relación tienen con Washington.
Otra sustancia estupefaciente que está sacudiendo las relaciones geopolíticas es la fenetilina, conocida más popularmente como captagon y desarrollada hace más de medio siglo como medicamento antidepresivo que servía también para tratar la hiperactividad o la narcolepsia. Esta anfetamina provoca una sensación de euforia similar a la del 'speed' y tiene un enorme potencial adictivo, razón por la que se retiró del mercado en su momento. Sin embargo, el conflicto sirio le ha dado un gran impulso en Oriente Medio. Y desde allí viaja a Europa y Asia.
Que un gobierno se financie mediante actividades ilícitas no es nada nuevo. Lo han hecho diferentes países, y algunos, como Corea del Norte, continúan haciéndolo. Pero el régimen de Bachar Al-Assad en Siria está sacudiendo un avispero con la producción -en torno al 80% del total mundial- y distribución de captagon en la región, provocando adicción entre la población de países vecinos. Las tropas que guardan la frontera jordana incluso disparan a matar caundo ven traficantes que, en gran medida, financian las operaciones de Assad en la guerra civil. Y algo similar ha sucedido y sucede con otros grupos yihadistas que han encontrado en la droga el sustento económico más fiable y sólido. De ahí que el captagon se conozca como 'la pastilla de los yihadistas'.
Es la conexión más clara entre el narcotráfico y el terrorismo -ya sea de Estado o no-, y, aunque aún su presencia en nuestro país es limitada, su consumo en Europa va en ascenso. Al fin y al cabo, la guerra siria ha provocado que se disparase su producción desde 2011, y, sin duda, mercado en nuestro continente hay de sobra. Pero antes causa estragos entre la juventud de Oriente Medio, incluso en países como Arabia Saudí, incrementando la enemistad hacia Assad.
Curiosamente, diferentes estudios han llegado a la conclusión de que el captagon sirio llega a sus países de destino más cercanos a través de una triangulación en Europa o Asia. Muestra de ello es la gran incautación en Malasia de un envío a Arabia Saudí. Siria lo hace así para reducir los controles y, por lo tanto, la posibilidad de que las drogas sean detectadas. Esto, sumado al tráfico de cocaína procedente de Latinoamérica, hace que los puertos belgas se hayan convertido en el principal punto de tránsito de estupefacientes. Son asuntos de tal gravedad que incluso el fiscal general de Bélgica, Johan Delmulle, ha advertido de que el país podría convertirse en un narcoestado.
En puertos como La Havre, en Francia, reconocen que apenas descubren el 10% de la droga que llega por falta de personal para realizar controles. Uno de sus responsables afirma que es algo testimonial, en absoluto disuasorio. Europol concuerda y en un informe asegura que cada vez las instituciones están más infiltradas por las organizaciones criminales. Ante la evidencia de que el narcotráfico parece imbatible, muchos analistas señalan que la única solución reside en la legalización de las drogas. Sin duda, no acabaría con el negro negocio que sostiene a regímenes como el de Assad, pero podría ponerle coto y garantizar al menos que la droga que se adquiere es la que dice ser.
Es todo por hoy. Espero haberte explicado bien algo de lo que está ocurriendo ahí fuera. Si estás apuntado, recibirás esta newsletter todos los miércoles en tu correo electrónico. Y, si te gusta, será de mucha ayuda que la compartas y la recomiendes a tus amigos.
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