Macron apela a una nueva etapa entre Francia y el Reino Unido tras el Brexit
El presidente galo es el primer líder de un Estado de la UE en visitar territorio británico desde su salida del club comunitario en 2020
Ivannia Salazar
Londres
Martes, 8 de julio 2025, 13:21
A las 11 de la mañana de este martes, el avión presidencial francés aterrizaba en la base aérea de RAF Northolt, en el oeste de ... Londres, marcando el inicio oficial de la visita de Estado del presidente Emmanuel Macron al Reino Unido. La escena que siguió fue un despliegue medido y simbólico del protocolo británico más riguroso: el príncipe Guillermo y la princesa Catalina aguardaban a pie de pista para recibir, en nombre de la familia real, al mandatario galo y a su esposa, Brigitte Macron. Con cortesías diplomáticas cuidadosamente observadas, los herederos al trono acompañaron a la pareja presidencial en caravana oficial hacia Windsor, donde se celebrarían los primeros actos oficiales de un viaje que, más allá de su carácter ceremonial, está profundamente cargado de significado político.
En el castillo de Windsor, el recibimiento por parte del rey Carlos III y la reina Camila añadió una capa más de simbolismo a una jornada en la que los rituales de Estado británico se desplegaron con una solemnidad no vista desde que el Reino Unido formalizara su salida de la Unión Europea en enero de 2020. En 'The Quadrangle', espacio central del castillo, una formación de la Guardia Real rindió honores al presidente francés mientras una banda militar interpretaba los himnos nacionales de ambas naciones. La ceremonia transcurrió sin discursos, y fue seguida por un almuerzo privado entre los protagonistas, a puerta cerrada. El gesto institucional fue inequívoco: esta visita, la primera de un jefe de Estado de un país europeo desde el Brexit, buscaba recuperar el tono y el espacio de una relación bilateral deteriorada por años de desencuentros políticos.
La presencia del príncipe y la princesa de Gales en la apertura de la jornada no fue casual. En septiembre de 2023, durante la visita del rey Carlos III a París, fue Emmanuel Macron quien le ofreció una recepción con el mismo nivel de esmero simbólico. La implicación de los herederos británicos respondía, así, a un principio de reciprocidad diplomática, subrayando el compromiso de ambas casas reales con una relación que, aunque marcada por tensiones recientes, encuentra en los vínculos históricos y culturales un terreno fértil para el entendimiento.
El punto culminante de la jornada llegaría por la tarde en el Palacio de Westminster, donde Macron fue recibido por miembros de ambas cámaras del Parlamento británico. En la Royal Gallery, espacio cargado de resonancias históricas y flanqueado por monumentales lienzos que conmemoran batallas como Trafalgar o Waterloo, el presidente francés pronunció un discurso cuidadosamente calibrado, destinado a conjugar historia y prospectiva, respeto mutuo y claridad política. Fue aquí donde abordó de manera frontal la cuestión del Brexit, el punto más sensible en las relaciones franco-británicas de la última década.
Es «una decisión que respetamos, aunque profundamente lamentable», dijo Macron al referirse a la salida del Reino Unido de la Unión Europea. No era la primera vez que lo hacía, pero el tono y el lugar revestían esta afirmación de una carga diplomática particular. El presidente francés, al tiempo que incidió en la crítica retrospectiva, quiso proyectar un nuevo comienzo. «No estoy aquí para lamentarme, sino para construir una nueva etapa», afirmó, marcando el tono de su intervención. Al mismo tiempo, no esquivó las dificultades pasadas. Recordó, con un matiz de ironía, lo complejas que fueron las negociaciones del Acuerdo de Retirada y del Marco de Windsor, añadiendo, con humor, que «llevó más tiempo acordar el préstamo del Tapiz de Bayeux que negociar el Brexit», provocando así risas entre los parlamentarios. Y sin abandonar el humor, bromeó además sobre el afecto francés por la familia real: «Amamos la monarquía, sobre todo cuando no es en casa».
Tras ese arranque más distendido, el discurso se tornó más grave al abordar los principales desafíos geopolíticos contemporáneos. La guerra en Ucrania ocupó un lugar central. Macron advirtió que «cada vez que la Rusia de Vladímir Putin avanza en Ucrania, la amenaza se acerca a todos nosotros». Y enfatizó: «Jamás aceptaremos que la fuerza bruta prevalezca sobre el derecho». La frase, pronunciada con tono solemne, recibió una ovación unánime. En ese mismo hilo, recordó los vínculos históricos entre los dos países durante las guerras mundiales y agradeció expresamente al primer ministro, Keir Starmer, su presencia en las conmemoraciones del 11 de noviembre en París, señalando que ningún jefe de Gobierno británico había hecho ese gesto en ochenta años.
Macron también abordó el conflicto en Gaza, describiéndolo como «una guerra sin fin» que supone «una enorme amenaza para la región y para nuestra seguridad colectiva». Reiteró su apoyo a un alto el fuego inmediato y sin condiciones, y defendió la necesidad de avanzar hacia una solución de dos Estados. En una clara referencia al Reino Unido, subrayó que «pedir hoy un alto el fuego no es debilidad, sino coherencia con los principios de los derechos humanos». No mencionó directamente la reciente decisión del Gobierno británico de mantener una posición más cautelosa ante el reconocimiento del Estado palestino, pero el mensaje fue inequívoco. Llegaron entonces más aplausos, a los que la líder de los tories, Kemi Badenoch, no se sumó.
El programa nuclear iraní, las incertidumbres en torno a la relación con Estados Unidos con la presidencia de Donald Trump y la necesidad de reforzar la cooperación bilateral en defensa fueron otros de los temas abordados. Macron anunció que en la cumbre franco-británica prevista para este jueves se darán a conocer acuerdos «históricos» en materia de defensa, y subrayó que el objetivo no es únicamente aumentar el gasto militar, sino consolidar un «pilar europeo robusto dentro de la OTAN».
El presidente francés también dedicó una parte significativa de su discurso a la cuestión migratoria, reconociendo la legitimidad del deseo de una vida mejor por parte de quienes cruzan el Canal de la Mancha, pero advirtió sobre el peligro de las redes de tráfico de personas. Hizo un llamamiento a una política conjunta basada en «humanidad, solidaridad y firmeza», y recordó que el problema no se puede abordar únicamente desde una lógica bilateral, sino que requiere implicar a los países de origen y tránsito.
En el plano económico, Macron ofreció una visión matizada pero optimista. Subrayó que el comercio bilateral ha recuperado los niveles previos al Brexit, y anunció nuevas inversiones francesas en sectores estratégicos. Según datos compartidos por el propio presidente, actualmente hay más de 3.500 empresas galas operando en el Reino Unido, lo que convierte a Francia en el segundo mayor empleador extranjero en el país. Para Macron, ese vínculo económico debe evolucionar hacia sectores de innovación como la inteligencia artificial, la computación cuántica y la industria espacial, y advirtió sobre los riesgos de dependencia estructural de Europa frente a potencias como China o Estados Unidos.
«No quiero equipararlos», puntualizó, «tenemos un aliado fuerte en un lado, y un competidor, a veces socio, en el otro. Pero si Francia y el Reino Unido no trabajan juntos para construir cadenas de valor sólidas, estaremos condenados a depender de otros». Con esta advertencia, concluyó un discurso en el que el pasado fue invocado no como ancla, sino como referencia para una arquitectura de cooperación futura.
La jornada concluyó con una cena de Estado en el Castillo de Windsor, ofrecida por el rey Carlos III en honor de sus invitados, donde el discurso del monarca se centró en la cooperación histórica entre los dos países y en la voluntad de «construir puentes más sólidos» para afrontar los «desafíos comunes» del siglo XXI.
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