Italia aprueba tras décadas de retrasos la construcción de un puente con Sicilia
El Gobierno de Meloni da el visto bueno al proyecto de 13.500 millones para levantar una estructura colgante de 3,3 kilómetros sobre el estrecho de Mesina
En Italia, cuando alguien quiere aplazar un trabajo dice: «Lo haré cuando esté terminado el puente de Mesina». Ese dicho perderá su sentido en 2032. ... El Consejo de Ministros de Italia ha aprobado este miércoles al fin el proyecto de construcción de un puente colgante entre la península y la isla de Sicilia. Según el Ejecutivo transalpino, tendrá el vano suspendido (espacio entre los dos apoyos) más largo del mundo, con 3,3 kilómetros, y precisará una dotación de 13.500 millones de euros. El Gobierno de Georgia Meloni incluirá parte de ese montante en el presupuesto de Defensa con el argumento de que Sicilia alberga una base de la OTAN. Así, esta inversión se podrá meter dentro del 5% del PIB destinado a gasto militar, tal y como impone Donald Trump a los socios de la Alianza. Si todo se cumple, la obra estará finalizada en siete u ocho años. Entonces perderá validez el viejo dicho italiano.
El consorcio Eurolink, participado al 22,4% por la empresa española Sacyr, será el encargado de levantar la infraestructura sobre el mar Tirreno. «Un puente así ejercerá de acelerador del desarrollo», destacó Matteo Salvini. El viceprimer ministro asegura que será un motor de crecimiento para Calabria y Sicilia y que generará miles de empleos. El también ministro de Infraestructuras dice que los buques de carga procedentes de Asia podrán atracar en la isla y sus mercancías serán transportadas en trenes de alta velocidad al resto de Europa.
399
metros de altura tendrán las dos torres sobre las que se sostendrá la infraestructura
Con una anchura de 60 metros, el puente tendrá dos vías ferroviarias en el centro (200 trenes al día) y tres carriles de circulación de vehículos a cada lado (6.000 por hora). La estructura colgará de dos cables tensados entre dos torres de 399 metros de altura. Está diseñado para resistir la actividad sísmica de la zona y los allí habituales fuertes vientos. De hecho, la previsión es que podrá seguir abierto incluso con ráfagas de 150 kilómetros por hora.
Zona de terremotos y de mafias
El estrecho de Mesina se encuentra sobre una falla sísmica donde un terremoto de 7,1 grados causó la muerte de más de 75.000 personas en 1908 y provocó tsunamis devastadores en las zonas costeras. Son, además, aguas turbulentas. Las corrientes arrancan de cuajo las algas del fondo marino y las olas son visibles desde el espacio. Por algo situó allí la mitología griega a Escila y Caribdis, los dos monstruos marinos que aterrorizaban a los navegantes.
Ha sido hasta ahora un puente infinito. El proyecto de construcción de una estructura sobre el estrecho de Mesina ya rondó entre los planes del Imperio Romano. Según los escritos de Plinio el Viejo, el cónsul Metelo unió barriles y troncos para trasladar 100 elefantes de Cartago que Roma necesitaba en el año 252 a. C. El primer proyecto de ley para levantar este viaducto data de hace 54 años. En 1982 se anunció su inauguración para 1994. Nada. Se convirtió en un promesa que se repetía y nunca se cumplía. Silvio Berlusconi, en plena campaña electoral en 2001, juró que iba unir Sicilia con el resto del país. Tampoco. Su sucesor, Romano Prodi, descartó el plan por caro.
Ahora, al fin, el Gobierno de Meloni da un primer paso que parece pisar firme. Su vicepresidente Salvini suele decir que «costará menos construirlo que no hacerlo». Se refiere a los 1.200 millones gastados desde los años setenta en estudios de viabilidad. Salvini ha tratado de disipar también otro miedo sobre ese proyecto: el peso de la mafia. Tanto en Calabria como en Sicilia existe el convencimiento de que el puente no se ha levantado hasta ahora porque al crimen organizado no le interesaba. La Ndrangheta controla el tráfico marino que une las estas dos orillas de Italia.
El viceprimer ministro dijo en el Parlamento que no teme «infiltraciones criminales» en la construcción del puente y que «organismos de supervisión» nacionales e internacionales vigilarán cada euro invertido. Aspira a ser, pues, un puente hacia otra Italia.
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