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elayo Gayol, inspector del GEO, junto a Antonia, María Jesús y María.
«La barbaridad tan repentina de la guerra nos pilló por sorpresa»

«La barbaridad tan repentina de la guerra nos pilló por sorpresa»

Desde que fue evacuada, María Jesús Cerro trae a España a las familias que forman parte de la Casa de los niños que ha dirigido durante años con dos compañeras en Kiev

Diana Martínez

Domingo, 17 de abril 2022, 19:47

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La barbaridad tan repentina de la guerra nos pilló por sorpresa». María Jesús Cerro nunca olvidará la fecha del 24 de febrero, día en el que el presidente ruso, Vladímir Putin, ordenó la invasión de Ucrania, que deja a su paso una gran destrucción, miles de muertos y cinco millones de refugiados. No es la primera vez que evacuan a esta mujer de un país en conflicto, como ocurrió en el Congo, hace más de tres décadas. «Nos quedamos allí a ayudar. Pero entonces tenía 40 años y me podía ir unos días a esconderme a la selva y volver, no pasaba nada –comenta en tono jocoso–. Ya no tenemos edad». Ahora, con 77, sigue al pie del cañón junto a Antonia Estrada (de 81) y María Mayo (74) en su labor de ayudar a más de dos centenares de pequeños vulnerables de Kiev con Dim Ditey (Casa de los niños, en ucraniano), un proyecto de la Congregación de Santo Domingo, de Granada, que cumple ahora 22 años.

Esta iniciativa se creó con el fin de dar respuesta a las necesidades de los menores que, ya sea por pertenecer a familias desestructuradas o porque sus padres trabajaban, se quedaban por las tardes en la calle lidiando con el peligro de «bandas callejeras, droga y alcohol infantil». ¿La solución? Abrir un centro para las horas extraescolares que acoge durante la semana a menores de 3 a 16 años para jugar, aprender y formarse con valores como la responsabilidad, la amabilidad, el esfuerzo o la solidaridad.

Con el tiempo tuvieron que encarar los riesgos de la guerra, que «estalló en 2014, no ahora», subraya María Jesús. «Cuando cayó Crimea nadie hizo nada. Muchos en España decían 'bueno, es que Crimea siempre ha sido rusa', y yo contestaba 'Andalucía siempre ha sido árabe. Ha sido Al-Ándalus'. ¿Nos podemos creer eso? No, los árabes conquistaron Andalucía y se la reconquistamos. Y lo mismo pasó con Crimea, que era ucraniana». Desde entonces Kiev ha acogido desplazados del Donbás. «Sabíamos que cualquier día el conflicto llegaría a más, aunque pensamos que se quedaría en esa región». Y de pronto comenzó la invasión. A primera hora del 24 de febrero las tres mujeres que dirigían Dim Ditey recibieron una llamada de la Embajada para la evacuación. «Nos venimos con lo puesto, prácticamente», recuerda.

Tras los primeros ataques rusos, el caos reinaba en la capital. La avenida de Kiev estaba atestada de vehículos con familias desesperadas por huir. «La Embajada nos volvió a llamar diciendo que nos mandaban a los GEO, pero les dijimos que no lo hicieran porque no podían venir debido al atasco. Así que nos fuimos en metro».

«Los horrores en directo»

Una vez en el consulado, el Grupo Especial de Operaciones (GEO) se encargó de la evacuación. Su trato fue «muy humano, organizado y firme, pero no en plan militar de 'haces esto y te callas', no», recuerda Cerro. Y así comenzó una odisea de más de cincuenta horas. «Nos dijeron que íbamos a ir por carreteras secundarias por miedo a lo que pudiera pasar. Llegabas a un sitio y el puente estaba destrozado, por lo que había que volver. Luego tenías que parar porque te encontrabas un convoy de ambulancias», cuenta la mujer. Al anochecer pararon en el bosque. «Enseguida llegó la Policía ucraniana y nos dijo que no podíamos quedarnos ahí. Los vecinos denunciaron que había gente escondida en el bosque y que podían ser rusos. Nos escoltaron hasta una gasolinera».

En su vehículo iba una familia con dos niños de 6 y 3 años. «Como en la película 'Qué bello es vivir', el padre les dijo que se iban de excursión a España a ver a los abuelos. Pero el viaje fue muy largo. Cuando ya llevábamos más de diez horas, el mayor dijo 'oye papá, esta excursión no me gusta nada. Es muy rara'».

Dejar en Kiev a los pequeños que formaban en Dim Ditey «fue muy duro, pero estamos intentando ser un apoyo desde aquí», afirma María Jesús. Con ayuda de Expoacción y Crean, dos ONG con las que han trabajado durante años para enviar a los niños de vacaciones a España en verano, se ha organizado la evacuación de numerosos menores y sus familias.

En Sotrondio (Asturias) «hemos abierto una casa que llevaba cerrada dos años para acomodar a 101 ucranianos con 47 de nuestros niños», explica. Además de instalarlos ahí, se han buscado familias de acogida. En Ciudad Real, hay unos 120 refugiados –80 menores–. «No sabemos cuántos quedan exactamente en Ucrania, porque algunos que pensábamos que seguían allí han salido del país por sus propios medios y están en Pontevedra, Málaga, Gijón...». Tras el reencuentro con ellos, todo es felicidad. «Nos ven y nos abrazan. 'Estamos en Dim Ditey, estamos en casa', nos dicen sonriendo», expresa alegre la mujer.

Otros jóvenes continúan en el frente, «viviendo los horrores en directo», lamenta Cerro. Contacta con ellos todos los días. «Nos dicen que Kiev está más tranquilo últimamente. Están empezando a abrir los comercios y la gente vuelve a trabajar, pero con miedo», comenta. Dos antiguos niños de la comunidad, que ahora tienen 30 y 24 años, se pasan a dormir por Dim Ditey. «En el sótano, donde está el salón de actos, han montado un dormitorio porque dicen que así están más seguros. Escuchan menos los misiles cuando pasan y así duermen mejor», relata María Jesús, quien tiene claro que «si esto no se demora demasiado, nuestra intención es volver a Ucrania».

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