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Y un niño muerto

Sábado, 19 de marzo 2016, 00:00

Uno no, muchos, demasiados. Pero fue la fotografía de uno, la del pequeño Aylan en una playa turca, del que todos pensamos que bien pudiera ser uno de los nuestros, la que nos conmovió, nos trastornó, y pareció que iba a generar un cambio de conducta. Todos entonces parecimos tomar conciencia del éxodo dramático que estaban protagonizando decenas de miles de sirios que pretendían llegar a Europa huyendo de un país asolado que entonces llevaba en guerra cuatro años y medio y que ya lleva cinco sumando muertos y barbarie. Los gobiernos se apuraron en fijar cupos de acogida y hasta se organizaron campañas de bienvenida. La Unión Europea parecía mantenerse fiel a sus principios fundacionales y se reafirmaba en la solidaridad y la hospitalidad. No en vano siempre nos dijeron que Europa era un proyecto generoso que buscaba la unidad política y también económica en bien de todos. Pero todo fue pasajero, la conmoción duró bien poco y como otras tantas veces el olvido volvió a castigar a los desgraciados. Visto con perspectiva podría decirse que aquello, que ocurrió hace tan solo seis meses, fue una gran tomadura de pelo.

Las buenas palabras, los buenos gestos, los ofrecimientos quedaron en nada y hoy los Estados se resisten a cumplir lo acordado. El éxodo continúa, sencillamente porque no les queda otra opción. Sus tierras, sus casas, han sido arrasadas. No se van porque quieren, sino por extrema necesidad y lo que encuentran, ateridos de frío, con dificultades para conseguir agua o alimentos y durmiendo al raso en pleno invierno, es una Europa que cierra fronteras, levanta vallas, activa a la OTAN y mercadea con ellos, hasta el punto que subcontrata a Turquía para que los acoja, a cambio de un puñado de miles de millones de euros y prebendas políticas que faciliten la adhesión a la UE de un país que no es un ejemplo en la defensa de los derechos humanos.

Los conmovidos líderes políticos de hace tan solo seis meses, tan críticos con los populismos, se dejan enredar ahora por éstos y hacen suyos unos discursos que presentan las cifras del actual flujo de inmigrantes como críticas, cuando en realidad no dejan de ser anecdóticas para una Unión Europea de 500 millones de habitantes. El odio y el miedo como espantajo.

Ahora andan, con ejercicios de confusión, queriendo ocultar la primera pretensión de las devoluciones masivas y en caliente. Discuten como enmascarar legalmente esa intención, pero es obvio que están olvidando los valores democráticos de los que se jactan.

Olvidan, estamos olvidando, demasiadas cosas. Olvidamos, incluso, que antes los nuestros también fueron desgraciados, también buscaron refugio y también sufrieron desprecio. Pero no aprendemos. Hoy el éxodo es sirio, pero lo hubo de republicanos españoles y de miles de pueblos, por ejemplo nuestros vecinos saharauis, obligados a buscar nuevos destinos, empujados por la barbarie de la guerra o el hambre. Nadie emigra porque quiere. Qué decir de los cientos de miles de canarios que desde el siglo XVI han buscado en otras tierras un futuro menos miseriento que el que aquí vislumbraban.

@VicenteLlorca

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