Vuelve Apoño, el fetiche de Lobera
En la UD hay jerarquías rotundas. La de Apoño no admite comparaciones. Para Lobera, el mediocentro supone tanto o más que Barbosa o Valerón, que ya es decir. Considera el entrenador que no hay futbolista en la plantilla que aporte más equilibrio táctico que él. Y ahora que lo recupera tras su sanción federativa, mira a Jaén con más esperanza.
Vuelve Apoño para bendición de un cuerpo técnico en cuya pizarra tiene sitio garantizado. Siempre que ha estado apto, formó parte del once (catorce partidos, con una media de 89 minutos por encuentro). Y con prebendas exclusivas. Tuvo la responsabilidad de ejecutar penaltis con suerte dispar (marcó ante el Girona, su único tanto de amarillo hasta la fecha, y erró con el Alcorcón), y las faltas y saques de esquina siempre las negocia primero. Con libertad de movimientos, lo mismo baja a buscar la pelota entre los centrales, se deja caer por banda o desplaza al delantero centro en la presión arriba. El diez está libre de ataduras tácticas. Y al que le contraviene le llueve a broncazos. Gestos suyos protestando a los compañeros por no pasarle el balón o fallar en una marca son pan común en cada jornada.
No son pocos en el vestuario los que se consideran agraviados por el catálogo de privilegios que exhibe Apoño desde que aterrizó en la UD en pleno mes de septiembre. Cuando le cayeron seis partidos de sanción, a finales de noviembre, por presuntos insultos y amenazas al colegiado Figueroa Vázquez, nadie en la entidad amagó con expedientarle. Valió su versión frente al acta. Tampoco hubo censura a que se desplazara con la expedición a Andalucía, en pleno cumplimiento del castigo, y ni siquiera fuera a ver el encuentro de Copa frente al Almería o el de Liga ante el Recreativo en Huelva. Su versión, que estaba siendo tratado en Málaga de unas molestias. Y no se dio publicidad, igualmente, a un amago de rebelión antes de visitar al Deportivo de la Coruña. Apoño esgrimía indisposición para eludir la convocatoria. «Fue obligado», ha reconocido un dirigente de la UD. Se temió en el club que buscara ganar tiempo con esta coartada para tratar una salida en el mercado invernal. En Riazor jugó los noventa minutos. Reacio a participar en actos promocionales de la entidad que son de obligatoria asistencia para los miembros de la primera plantilla, no acudió, como ejemplo ilustrativo, a la presentación del calendario solidario. Y su trato con los medios de comunicación, incluyendo al oficial, es el estrictamente necesario. Son contadas sus entrevistas y comparecencias públicas.
Pero hasta que el Alavés ganó en el Gran Canaria, avanzado enero, la UD nunca había perdido un encuentro con Apoño en el campo, lo que le generó aura hasta en sus detractores. Algunos puristas sostienen que no es normal que tenga más incidencia que Valerón en el funcionamiento de la UD. Sus estadísticas individuales le elevan a la hora de participar en el juego. De los 1.101 pases que ha realizado, según el recuento oficial de la Liga, 891 han sido correctos, exhibiendo un porcentaje de precisión superior al 90%.Para el pretendido fútbol de combinación que persigue Lobera, un jugador del corte de Apoño es esencial y así se lo hizo ver a la dirección deportiva cuando se puso a tiro. «Es justo lo que necesitamos», ponderó el preparador aragonés.
Desde entonces, no ha hecho más que generarle el ecosistema propicio para que Apoño justifique sus credenciales. Le ha defendido siempre, pasando por alto alguna de sus incidencias, y lo seguirá haciendo porque está convencido de que ahora que la competición aprieta y el margen de error se ha evaporado, nada mejor que fiar su suerte a futbolistas de carácter y con cuajo para evitar la ruina. Para eso, como Apoño no hay ninguno.