Una muerte anunciada
Pedro Villalar
Martes, 11 de marzo 2008, 14:45
Muchos demócratas, cargados de indignación y de ira por el asesinato de un ex concejal socialista de Mondragón el pasado viernes, último día de la campaña electoral, a manos de ETA, tuvimos que añadir un sentimiento de airada perplejidad al conocer que en aquella laboriosa localidad gobernaba Acción Nacionalista Vasca, sucedáneo de Batasuna y brazo político de ETA, en coalición con Izquierda Unida del País Vasco.
Hoy, los poscomunistas de IU rompieron tal alianza, pero ya era tarde. La patética inanidad de Llamazares al frente de su agónica formación había quedado marcada de forma indeleble por aquel error, que a su vez era fruto de la errática trayectoria de Madrazo, su teórico correligionario en Euskadi, a lo largo de los últimos años. Ello explica el hundimiento inefable de Izquierda Unida, reducida a dos diputados, uno de ellos de procedencia catalana y elegido bajo otras siglas.
Llamazares, obviamente, se va. Y conviene que apague la luz y cierre la puerta al marcharse porque tras él sólo quedará la ceniza de un imposible comunismo puramente testimonial que se ha negado a ponerse al paso de los tiempos nuevos. Nadie llorará su ausencia definitiva.