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Un ‘hogar’ entre palés y planchas

Nadie los ve, o hacen como si no los vieran. Por el día van de aquí para allá en busca de algo para saciar el hambre. Lo peor viene por la noche, cuando no hay casa segura y caliente a la que regresar para dormir a gusto bajo las mantas. Viven en las chabolas de Corralejo que llevan diez años en pie pero que tienen los días contados.

Viernes, 27 de marzo 2015, 10:37

Ráfagas de aire helado se introducen sin piedad por las rendijas y recovecos en las noches de invierno. El frío de este año ha calado en los huesos como no se recuerda. No hay mantas suficientes para atajarlo. Peor es cuando llueve dentro de la chabola. Como única lumbre un mechero. No hay agua, no hay luz, no hay nada. En las noches que hace bueno cierran los ojos y sueñan con que quizás todo podría haber sido de otra manera.

A José, de 62 años y natural de Tarragona, le ayuda el agua tontuna, que, además de meter el calor en el cuerpo, alivia las soledades. Desde hace diez años vive en una chabola de Corralejo. De hecho, está empadronado como residente del solar donde se levanta su castillo de bloques, planchas y palés. Pero la maquinaria del Ayuntamiento de La Oliva debe echar abajo este pequeño soco que se ubica en una finca de titularidad privada.

Hace años, José era gruista de obras. Lleva cuatro en el paro y ahora está cobrando una ayuda que se le acabará en agosto. Insuficiente para pagar un alquiler. Asegura que cuando llegó a Corralejo estaba «mal económicamente», que no tenía dónde vivir, pero que encontró la choza dentro un solar amurallado y se metió. Aunque el pequeño refugio no podrá ser su hogar por más tiempo. Hace poco más de una semana la pica municipal derribó el muro que rodeaba el solar como primer paso antes de tumbar las chozas y limpiar la zona.

El área de Servicios Sociales se comprometió a no tirarlas hasta encontrar una solución para estas personas, aunque de momento no les ha dado ninguna alternativa que les convenza, si bien es cierto que la demolición prevista para el pasado viernes finalmente se suspendió. «El concejal dice que el banco dio orden de tirar todo esto, pero no nos han dado soluciones. Si quieren tirarlo que lo tiren. Que qué voy a hacer, no lo sé. Estos últimos días he estado quedándome en otro solar, porque si te metes de okupa te echan».

Frente a la de José -una chabola amarilla donde se refugia de un mundo que se ha olvidado de él y de otros como él- hay otra menos sofisticada, con pocos bloques pero muchos maderos y planchas. No hay lujos. Por dentro, ambas chozas son parecidas. Con lo justo para escapar un día más: colchones, sillones desvencijados, la cocinilla de gas, una liña, algunos estantes con algo de comida...

David, de 35 años, es de Telde, en Gran Canaria, y lleva más de un año viviendo en la caseta de enfrente. Antes era carpintero y confía en encontrar un trabajo para integrarse en la sociedad. No cobra ningún tipo de ayuda y se las tiene que arreglar cada día para conseguir algo de comida. En las manos carga con mimo un cartón de huevos medio vacío que puede ser su almuerzo: «Llevo mucho tiempo tirado, sin casa, sin nada. Aquí no tenemos muchas cosas, lo principal para comer y la ropa de cada uno. En la caseta lo peor es cuando llueve, porque hay goteras, y el frío que hace».

Aunque no tienen televisión, David está interesado en la actualidad y, si le dan conversación, habla de la crisis y hasta de la deuda externa.

Mohamed, de 35 años y natural de Marruecos, reside en Fuerteventura hace quince años y algo más de uno en la caseta amarilla. «Antes vivía en un piso alquilado en Corralejo, pero no había trabajo y me tuve que meter aquí. En este sitio tengo ropa y comida, es como si fuera mi casa. Si tiran la caseta, tendré que dormir en la calle, qué voy a hacer, o construirme una en otro sitio».

Una veintena de indigentes en Corralejo. Un muchacho que les acompaña en el salón de la chabola prefiere guardar el anonimato. Dice que si echan abajo las chabolas, «esta gente no tendrá adónde ir». Lo que tienen claro es que descartan el albergue de una conocida congregación religiosa: «ahí no voy, todo el día rezando y no te dejan probar el agua tontuna», bromea José. Una veintena de personas sin techo, según estiman los propios afectados, pulula por Corralejo. La alegría del carnaval que se celebraba estos días pasados en la localidad no se acordó de ellos.

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