«Un Porsche y una obra de arte casi son lo mismo»
Cynthia Viera y Pablo San José forman este dúo creativo que celebra su décimo aniversario con una exposición retrospectiva en San Martín Centro de la Cultura Contemporánea. Los hitos de su singular trabajo artístico se pueden apreciar en el museo de Vegueta hasta el próximo 13 de octubre.
PSJM convierte la crítica en objeto de consumo a través del arte. ¿No se desactiva así la crítica? (Cynthia Viera) Hemos reflexionado sobre ello. De hecho, tenemos un libro que se llama Neutralizados, de artistas que escriben sobre este tema. Entendemos que la crítica, una vez pasa por la institución, puede llegar a neutralizar el mensaje, pero hay que hacerlo igualmente. Tenemos la necesidad de comunicar estas cosas. Estamos transmitiendo este tipo de críticas no solo al reducido público del arte porque, a través de los medios de comunicación, también llega a otros públicos. (Pablo San José) Por otro lado, hacemos una crítica a través de objetos de consumo que cuestionan la naturaleza del arte y también activan cosas. Estamos metiendo mercancías en un museo para, de alguna forma, decir que lo que hay dentro del museo son mercancías, son cosas que tienen precio. Se generan significados sobre la naturaleza del objeto estético. Hacemos torsiones de significados a través de los objetos y, casi nunca, en una sola dirección. Toca varias direcciones, como el mercado-institución-arte y la realidad social. Jugamos a generar contradicciones. Ahí es donde puede darse un pistoletazo para que salte la reflexión del espectador.
Los artistas, en su mayoría, eligen a los consumidores de un alto nivel adquisitivo para su mercancía. ¿Han intentado romper la asociación arte/lujo? (CV) Lo intentamos a través del proyecto Arte Democrático. Hicimos una encuesta y nos dimos cuenta de que la gente percibe el arte como algo exclusivo. Queríamos rebajar los precios haciendo ediciones amplias, pero la gente no lo admitía como arte.
Entonces, ¿el precio determina la naturaleza del objeto? (PSJ) En muchos casos sí. Por lo menos, condiciona la legitimación que un determinado mundo del arte dé a un objeto. Y desde luego, la escasez de un producto es la ley de la oferta y la demanda determina su precio. (CV) De todas formas, hay dos tipos de consumidores: el que compra y el que visita los museos. Nosotros pensamos más en este último público. (PSJ) Jugamos con los dos. Aquí hay obras que han viajado por distintas ferias internacionales. Muchas se han quedado en esas ferias porque algún coleccionista las ha comprado. Pero ha habido intentos de romper esa barrera. En una sala hay platos, camisetas, mecheros, tarjetas, una alfombra... Estamos jugando con el objeto producido industrialmente, en masa, pero el juego es perverso porque le damos el aura del museo y ahí encontramos un contrasentido de significado y valores. Eso es lo que hacen los artistas aportar nuevos significados y valores. Es ahí donde invitamos a la reflexión sobre la naturaleza del arte, su aura y el valor que puede tener un producto de consumo, el valor de marca... La prensa, los críticos y el museo hacen que esos objetos tengan un valor intangible y casi sagrado con el que se arropa a las obras de arte. Usamos esa analogía para poner en evidencia que eso ocurre con cualquier producto y mucho más con el producto de lujo, donde la similitud con la obra de arte desaparece. Entre un Porsche y una obra de arte ya empieza a haber variaciones casi de ubicación.
¿Cuáles han sido sus principales logros en estos diez años? (PSJ) Hemos tenido momentos fascinantes. Cuando expusimos en Nueva York, Estocolmo o Berlín... Hemos viajado mucho y la obra también. Pero debemos destacar nuestra inclusión en grandes libros de arte internacional. Las exposiciones están ahí, pero pasan. Los libros se quedan. El libro de arte internacional de New Museum de Nueva York en 2009 sobre artistas del futuro... (CV) Y el de arte político y activismo, que publicó la editorial Gestalten. (PSJ) Solo hay cuatro españoles Eugenio Merino, Santiago Sierra y nosotros. No hay más españoles entre cien artistas de arte político internacional; están Marina Abramovic, Maurizio Cattelan, Zhang Huan... Todos de primera línea.
Además de figurar en ese libro junto a estos colegas españoles, creo que comparten más cosas. Hay toda una generación de artistas españoles que hemos tocado estos temas... Está Avelino Sala, Eugenio Merino, el colectivo Democracia, Carmelo Bermejo, Daniel García Andújar, Chus García-Fraile, Josechu Dávila...
Hay aspectos de la historia española que aún son un tabú: el revuelo contra la escultura de Franco de Merino fue asombroso. CV Merino metió el dedo en la llaga. Nosotros nos acercamos al poder desde su forma actual, a las grande corporaciones y sus marcas. (PSJ) Lo increíble del caso es que exista una fundación Franco. Es lo mismo que si, en donde nosotros vivimos, que es en Berlín, existiera una fundación Hitler. Lo que hay que tratar es por qué existe una Fundación Franco. Si hay gente a la que se la imputa por apología del terrorismo, aquí se la podría imputar por apología del genocidio. Con casos como el de Merino, nos sentimos muy vinculados. Hemos expuesto muchas colectivas juntos. Una década crítica de PSJM ha tenido muchos compañeros de viaje.
Participaron del 15-M, ¿creen que ha quedado algo de aquello? (PSJ) Han quedado muchas cosas del 15-M. En Madrid se siguen haciendo asambleas y aquí, en Schamann, también. El movimiento de la PAH también está funcionando. Y sobre todo el 15-M abrió la veda: señores, se puede protestar. Aquí este movimiento pacífico abrió bastantes puertas y luego llegaron los grupos profesionales: los médicos, los profesores... todo el mundo salía a la calle por su problema. Eso da cuenta de algo; de la necesaria transformación de la sociedad. Aquí nadie sale a la calle hasta que le toca a él. En este sentido, el mural que tenemos sobre la protesta de consumidores retoma ese asunto. La gente sale porque le falta dinero para consumir. No sale porque la sociedad sea injusta y haya unas desigualdades increíbles, ni porque los poderes neoliberales estén acabando con el estado del bienestar. No, el médico lo hace porque le van a privatizar el centro de salud y le fastidia, el minero porque va a cerrar su empresa.. Eso es un problema, porque el egoísmo es el germen en el que se basa el sistema capitalista: una negociación constante de intereses contrapuestos, una guerra de todos contra todos. Si el máximo beneficio es la línea a seguir, seguiremos así. Si contáramos con los demás siempre y en todo, sería distinto. Pero para eso hay que educar a la gente en la solidaridad, en una sociedad que piense en el bien común.
Pero eso es una cuestión ética. (PSJ) Nuestra novela La isla de hidrógeno está centrada en la ética. En el último número de la revista Noles Volens hay un especial sobre la estética del 15M a través de varios teóricos internacionales. A nosotros se nos pidió un texto, e hicimos uno sobre filosofía moral, sobre ética, pasando por la ética del discurso, de Habermas; el imperativo de la disidencia, de Muguerza, o lo que nosotros denominamos como eticonomía, que significa introducir los valores éticos en la economía. No que se piense en la empresa como un medio para lograr un beneficio, sino como un valor en sí. Abogamos por una ética deontológica, una ética del deber, donde tienes que hacer las cosas de una forma distinta. No puedes tratar al de enfrente como un medio, sino como un fin (eso es puro Kant). En realidad, se trata de no hacer a nadie lo que no quieres que te hagan a ti.