Un hombre feliz
En algún sobre de azúcar todavía queda impreso aquello de que la cara es el espejo de alma, una especie de escaparate de nuestras emociones en el que solo de un vistazo se descifran muchas cosas. Desde que Clavijo tiró de tópico futbolístico y evitó que los socialistas se comieran los turrones en el Consejo de Gobierno, la corbata, que en más de una ocasión ha llevado prestada, no le queda tan ajustada.
Clavijo, presidente del Gobierno de Canarias para más señas, ya se permite hacer chistes. Como esa risa maléfica que le salió ante el ministro Íñigo de la Serna hace dos semanas, cuando presentó a Pedro Ortega como temporero en Obras Públicas tras el descabello de la Chacón.
El líder nacionalista era este lunes un hombre feliz, que se presentaba «más ilusionado que hace un año y medio» cuando los consejeros tomaban posesión. Libre de desplantes, sin socialistas que abandonaran la sala si algo no les gustaba. Fundamentalmente porque ya no tiene ni que compartir espacio con ellos. En el acto de Presidencia solo estuvieron Augusto Hidalgo, Ángel Víctor Torres y Gabriel Corujo, que por ir a la contra, es de los que también vota en contra de lo que decida el grupo parlamentario del PSOE en la Cámara.
Para Clavijo tuvo que ser incontenible el placer de pisar Presidencia y no tener que agachar la mirada, y disimular chascarrillos, para eludir el contacto visual con Patricia Hernández.
Por eso estaba exultante, ofreciendo diálogo, reposando los tiempos en la búsqueda de anclajes en el Parlamento para su Gobierno en minoría.
Esa es la lectura de un acto corto, y que arrancó con retraso. Una toma de posesión en que dos consejeros prometieron -Pablo Rodríguez y José Miguel Barragán- y dos juraron, crucifijo mediante, Cristina Valido y José Manuel Baltar.