Seguimos esperando a Yeremi
Domingo, 13 de marzo 2011, 13:54
El corazón de Ithaysa Suárez sigue triste. Cuando menos se lo espera, Aidam se lanza sobre ella con todas sus fuerzas para abrazarla y besarla. La vuelve loca con sus travesuras y sus gamberradas. El amor del pequeño la llena, la reconforta, le da vida mientras espera ilusionada la llegada del que será su tercer hijo. Otro niño que vendrá al mundo dentro de tres meses y medio, y que se llama Aday. «Al principio me dijeron que iba a ser una niña, pero yo no me lo terminaba de creer. Tenía la intuición de que es un niño. El tercero. Y cuando el otro día me hice una ecografía en tres dimensiones, se vio perfectamente que es un chico. Y ¿sabes? tiene la misma nariz respingona que su hermano mayor. Se parece mucho a Yeri». Resulta extraño escuchar a Ithaysa reír. Sorprende y tranquiliza a la vez, porque esta joven madre ha estado sumida en una grave depresión que ya duraba cuatro años,. La llegada de su bebé va a iluminar su vida con un tenue haz de luz. Y es que el 10 de marzo de 2007, bastaron solo tres o cuatro minutos para que su felicidad muriera. Alguien se llevó a su hijo Yeremi de su lado. Nadie sabe cómo, ni quién, ni porqué. Lo único cierto es que el pequeño, que entonces tenía siete años, desapareció sin dejar rastro. En el solar que poco antes se llenaba con su risa y las de sus dos primos, solo quedó el cubito de plástico que el niño tenía en las manos antes de evaporarse, como por arte de magia. En ese mismo momento, Ithaysa se hundió. Se sumió en una profunda crisis de la que ni siquiera la sonrisa de su pequeño Aidam lograba hacerla salir. Dejó de vivir. «Perder a un hijo es lo peor que le puede pasar a alguien. Pero si al menos sabes dónde está, qué le ha pasado y le puedes llevar flores, te queda algún consuelo. Pero a mí me arrancaron a Yeremi del alma, sin compasión, y cuatro años después el dolor y el vacío que me dejó su ausencia es mucho mayor que el primer día». Después de aquella aciaga fecha, la joven ha estado siempre sometida a tratamiento psicológico y medicada. En un par de ocasiones su salud ha llegado a una situación crítica y ha sido hospitalizada. Esa depresión insalvable de la que nunca termina de salir tiene una única razón: Ithaysa no sabe vivir sin Yeremi. ILUSIÓN. Sin embargo, este cuarto aniversario es distinto a los tres anteriores. En medio de la desgracia, la joven ha encontrado una nueva ilusión. Hace poco tiempo que conoció a una persona que la acompaña, la comprende y la quiere. Su pareja forma ahora parte de esa lista de motivos por los que Ithaysa sigue adelante, a pesar del dolor y del vacío. Una lista en la que las ansias de volver a abrazar a su pequeño Yeremi ocupan el primer lugar. Todo lo demás viene después. Una lista a la que hace cuatro meses y medios se sumó Aday, el bebé que llegará en julio. «Se tiene que parecer a su hermano mayor. ¡Ojalá se parezca! Así, cuando Yeri vuelva, se sorprenderá al encontrarse con un nuevo hermanito, que tiene una nariz como la suya». Hoy, la espera para ver la carita de Aday hace sonreír a Ithaysa. «Al menos tengo una ilusión. Y mi familia la comparte conmigo. Pero en el fondo, todos seguimos destrozados», confiesa la joven. «Va pasando el tiempo y no llega ninguna noticia de Yeremi. Poco a poco, todos vamos cayendo en el desánimo, aunque seguimos esperando y confiando en que lo volveremos a ver entrando por la puerta de casa. Pero la incertidumbre es siempre la misma y llega un momento en que se hace insoportable». Pero esa falta de noticias también tiene un lado positivo que a Ithaysa no se le escapa. «Si lo miramos por otro lado, no saber es en parte algo bueno, porque no llegan novedades buenas, pero tampoco han venido noticias malas. En mi familia, todos estamos convencidos de que a Yeri le está pasando lo que le sucedió a Natasha Kampush, la chica que aquel hombre tuvo encerrada muchos años y que después consiguió escapar. Estamos seguros de que alguien lo raptó y lo tiene retenido. Y sabemos que Yeremi volverá a casa algún día. Por eso le guardamos todos los reportajes y las informaciones que salen sobre él. Para que cuando regrese vea que su familia nunca ha dejado de buscarlo». Ithaysa y su familia mantienen la fe. José Suárez, el abuelo del pequeño, continúa saliendo casi cada día a buscarlo por los alrededores de la casa y por los terrenos cercanos. Después de cuatro años, sigue convencido de que volverá a abrazar a su Yeremi. «Todos vivimos con esa esperanza. Nadie nos quita de la mente que Yeri volverá a casa».